Preguntas clave de la Lección del día 5 de UCDM explicadas

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Este zarpazo, breve y limpio, corta en seco la excusa de siempre: que mi disgusto es justo porque el mundo es injusto. Que yo me siento mal y tengo derecho a ello porque la situación lo merece. Que mujeres y hombres somos marionetas sacudidas por los movimientos de fuera, y por tanto… ¿cómo no estar enfadada, enfadado, inquieta, inquieto, si las circunstancias lo demandan?

Entras en la Lección 5 de UCDM como quien pisa un suelo familiar y, de pronto, el suelo se ablanda bajo tus pies. Aquí no hay un “por qué” lógico, ni una razón honorable. Tan solo una invitación a mirar de frente ese disgusto —furia minúscula o devastadora ansiedad— y reconocer sinceramente: no sé de dónde viene, pero seguro que me equivoco con su causa.

Suena como un insulto a la experiencia. Como si el Curso te negara lo que sientes. Y, sin embargo, si aguantas unos minutos en este umbral incómodo, empiezan a surgir las preguntas de verdad, esas que no se despachan con respuestas prefabricadas.

¿Qué significa aplicarlo? ¿Y si creo de verdad que mi dolor es justificado? ¿Hay grados de disgusto? ¿Sirve para el miedo, para la culpa, para el rencor? ¿Y si lo que siento es tan intenso que me arrastra? ¿Por qué mirar dentro me despierta más vergüenza que alivio? ¿Cómo practicar sin quedarme atascada, atascado, en la autocrítica? ¿De verdad debo dejar ir todos mis disgustos, o puedo quedarme, al menos, con los que “merecen” mi indignación?

Estas, y muchas más, son las preguntas que nacerán si te atreves a dejar el disfraz moral y a mirar con honestidad esa frase: “Nunca estoy disgustado por la razón que creo.”

Te invito a conservarlas vivas hasta el final. Puede que no encuentres respuestas cerradas, pero sí empezarás a encontrar un calor desconocido, una grieta en la pesada forma de tus justificaciones. Vamos por partes.

Rasgar la cortina del autoengaño: ¿Qué esconde de fondo tu disgusto?

Antes de intentar desmoronar la culpa, antes de buscar el alivio, merece la pena detenerse aquí y considerar el sentido real de esta lección. No es una negación de tu experiencia (“no tienes derecho a sentirte mal”, como a veces teme el ego), sino una llamada a la honestidad radical:

La única razón por la que estamos disgustadas o disgustados, que no se enseña explícitamente aquí, aunque está implícita, es que elegimos al ego como nuestro maestro en lugar de elegir a Jesús.

No es el tráfico, ni la pareja, ni el retraso, ni la salud, ni el mundo que ruge. Es simplemente una decisión de fondo: elegí separarme de la paz, preferí el ego como guía y el disgusto se hizo inevitable. El mundo, entonces, se vuelve una pantalla donde proyecto mi elección previa. El Curso no dice que el dolor no duela, sino que nunca viene de donde las apariencias apuntan.

Dicho así, puede sonar teórico. Pero si te permites asimilarlo, si exploras sus fisuras sin saltártelo, empiezas a ver tu disgusto como señal y no como causa. Como oportunidad para soltar controles y tener razón. Como llave —una llave sin gloria, pero llave— hacia otra práctica espiritual.

Aquí entran en juego todas las preguntas incómodas. Esas cuestiones donde el ego pone trampa tras trampa y donde la Lección 5 se convierte en dinamita para el autoengaño. Cada pregunta que te asalte es, en verdad, un peldaño para entender quién eres y cómo elijes sufrir o apostar por la paz.

1. ¿No es verdad que mi disgusto sí lo causa lo que pasa fuera?

Respuesta

No, por difícil que resulte aceptar. Todo disgusto, toda molestia, por sencilla o desgarradora que parezca, se gesta en la mente. Nada exterior puede tocarnos sin nuestro permiso. El mundo, dice el Curso, es neutro: vive de nuestras interpretaciones, no de sus propios eventos. Cuando parece que tu malestar nace de fuera, en realidad solo estás viéndote a ti proyectada, proyectado en la pantalla del mundo.

Por qué es clave esta pregunta

Porque aquí se esconde la base de la identidad-ego: el papel de la víctima. Si crees que lo de fuera manda, jamás podrás encontrar tu poder interior. Sin este reconocimiento, todo autoconocimiento será parcial y todo espiritualismo, una farsa amable.

Cómo debe afectar a tu práctica

  • Siéntate con tu disgusto y localízalo —¿de verdad puede venir algo de fuera a perturbar tu paz sin tu consentimiento secreto?
  • Atrévete a ver que no; no como tortura, sino como la verdadera puerta a recuperar tu libertad.

2. ¿Existen disgustos menores y disgustos graves, o todo da igual aquí?

Respuesta

Nunca hay disgustos pequeños. Todos perturban tu paz mental por igual. Tus disgustos parecen ser de colores y pesos distintos: un enfado “tonto” por perder las llaves, una angustia feroz por una ruptura, una tristeza por la injusticia global. Pero el fondo, la raíz, siempre es la misma. Lo que marca la diferencia es tu apego a la forma, no el contenido. Al ego le encanta escalar disgustos para justificar su existencia; al Espíritu le da igual el tamaño: paz o no paz.

Por qué es clave esta pregunta

Porque aquí el ego trata, una vez más, de dividir, de buscar excepciones (“esto sí, pero esto NO”, “un dolor de muelas no es como la muerte de alguien querido”). Nos cuesta soltar el sistema de graduar, ponderar, hacer excepciones.

Cómo debe afectar a tu práctica

  • No juzgues tus propios enfados. “Importantes” o “insignificantes”, todos son igual de irreales. Suéltalos todos.

3. ¿Ciertas personas y ciertas situaciones se merecen más mi enfado que otras?

Respuesta

No importa quién o qué. El ego nos propone que ciertos efectos, ciertas personas y vivencias tienen derecho a alterarnos más. Eso solo perpetúa la división interior. Si eliges una excepción (el “enemigo supremo” o el “agravio máximo”), conservas toda la cadena.

Por qué es clave esta pregunta

Porque el ego fundamenta su fortaleza en los agravios especiales: el jefe que me humilla, la pareja que me engañó, la política que me repulsa. Si crees que esos disgustos merecen categoría especial, te encadenas aún más.

Cómo debe afectar a tu práctica

  • Haz el ejercicio especialmente con esa “persona” o “situación” de la que nunca has querido perdonar del todo.
  • Si no puedes liberarlo en un día, al menos reconoce la trampa, y observa cómo el ego se recompone allí.

4. ¿No hay diferencias entre mis emociones? ¿Vale igual miedo, ira, culpa o tristeza?

Respuesta

Sentir miedo, tristeza, rabia, ansiedad… parece hablar de causas y soluciones diversas. Pero el Curso nos pide mirar el sustrato común: todas son repeticiones de la misma equivocación primordial, la de sentirte separada, separado del amor. Lo demás son matices superficiales.

Por qué es clave esta pregunta

Porque la trampa está en dividir y diagnosticar, como si resolver la “ansiedad” pudiera hacerse sin tocar el “odio”, el “miedo” o la “culpa”. Pero todas las emociones nacen del mismo error de percepción.

Cómo debe afectar a tu práctica

Cuando surja cualquier emoción incómoda, no te pares en la etiqueta. No indagues el trauma ni el origen concreto. Aplica la lección sin distinción.

5. ¿Puedo de verdad aplicar esto ante emociones extremas?

Respuesta

Por supuesto. Es más: cuanto más violenta la emoción, más fértil el terreno para aplicar la lección. El ego dirá que hay monstruos internos que no puedes mirar, que ciertas pasiones son ingobernables. Pero si logras mirar con la honestidad que pide el Curso, el milagro se despliega justo ahí. Tu poder de elegir la paz se demuestra, sobre todo, donde la tormenta es más ruidosa.

Por qué es clave esta pregunta

Porque ahí están los verdaderos anclajes del ego. Y porque la mayoría de estudiantes del Curso abandonan la práctica cuando la cosa aprieta.

Cómo debe afectar a tu práctica

  • Atrévete a mirar de frente la intensidad; Cuando sientas que “esto sí me supera”, repite la frase: “Nunca estoy disgustado por la razón que creo”.
  • Está bien si solo puedes quedarte ahí unos segundos.

6. ¿No se está invalidando lo que siento? ¿No es injusto decir que lo que siento no importa?

Respuesta

Aquí nadie te pide ocultar ni negar la emoción. Al revés: se trata de abrazarla, de mirarla hasta el fondo, pero sin engancharte a la justificación. Tu experiencia cuenta, pero no como arma para perpetuar tu condición de víctima, sino como pista para descubrir la trampa mental.

Por qué es clave esta pregunta

Porque si la práctica espiritual se convierte en autoengaño o represión, se pudre desde dentro. No mirar tu herida solo la hará más profunda.

Cómo debe afectar a tu práctica

Nombra sinceramente tus emociones, sin juicio. No intentes borrarlas. Pero tampoco las uses como prueba contra el mundo.

7. ¿No provoca esto más culpa en mí, al mirar dentro y ver errores?

Respuesta

No, aunque muchas veces lo parezca. El ego se apodera de la introspección para sumar culpa: “Ves, encima de estar mal, es culpa tuya”. Pero el Curso nos recuerda que Hemos de acostumbrarnos a mirar dentro, prestar atención a nuestra culpabilidad reprimida, la fuente de lo que creemos que son nuestros disgustos. No es un examen para condenarte, sino el modo de iluminar la oscuridad que hasta ahora habías evitado.

Por qué es clave esta pregunta

Si mirar dentro genera más castigo que alivio, nadie avanzaría jamás. El objetivo es deshacer, no acumular peso.

Cómo debe afectar a tu práctica

Cuando surja la autocrítica, deja de lado el látigo. Recuerda que ver el error es el primer paso para soltarlo. Nada más.

8. ¿La lección espera resultados inmediatos, o puedo tomarme mi tiempo?

Respuesta

Nadie espera milagros instantáneos —otra trampa del ego. El Curso es una vía larga, de aceptación y amabilidad. Sabrás que progresas no por lograr “sentirte bien”, sino porque ya no te enfrentas al disgusto con guerra abierta.

Por qué es clave esta pregunta

Mucha estudiantes dejan el Curso porque no ve frutos rápidos o sienten que están “fracasando” si la emoción no cede de inmediato.

Cómo debe afectar a tu práctica

Suelta el control del “cómo y cuándo”. Haz los ejercicios con ligereza. Celebra cada ápice de honestidad, cada pequeña rendición al proceso. El resto, ya llegará.

9. ¿Puedo permitirme soltar solo algunos disgustos y guardar otros?

Respuesta

O sueltas todos, o no sueltas ninguno. El ego pide reservas: “esto sí lo suelto, esto me lo quedo porque es especial”. Pero mientras guardes una herida, todas sangran.

Por qué es clave esta pregunta

Las “excepciones” son la materia prima del ego. Ahí se esconde el verdadero apego a la identidad separada.

Cómo debe afectar a tu práctica

Cada vez que encuentres un disgusto del que no quieres desprenderte, reconócelo. No pasa nada. Haz la lección con lo que sí puedes, y obsérvate en las reservas. La honestidad ya es avance.

10. ¿Ser responsable de mi disgusto es lo mismo que merecer vergüenza?

Respuesta

Esto no es un juicio moral, sino el verdadero escape del sufrimiento. El ego invertirá todas sus fuerzas en hacerte confundir “responsabilidad” con “culpa”. Pero, al mirar con ojos amorosos, solo ves la posibilidad de elegir de nuevo.

Por qué es clave esta pregunta

Para muchas mujeres y hombres, asumir su participación inconsciente en su sufrimiento se convierte en “prueba” de ser defectuosa, defectuoso. Nada más lejos del espíritu del Curso.

Cómo debe afectar a tu práctica

Haz de la autocompasión tu aliada. Reconocer tu error no es vergonzoso, es el primer acto de auténtica inocencia.

Deja entrar la luz por la fisura

Si te animas a sentarte en el umbral incómodo de esta lección, verás que duele, pero no mata. Que libera, despacio, la antigua necesidad de tener razón, de señalar culpables, de buscar explicación afuera. Que el mundo entero puede estar rugiendo, pero si te haces cargo de tu propia interpretación, la paz está a una decisión. Una y otra vez.

Esta lección no pide heroísmos. Basta con la determinación pequeña, renovada, de no dejar pasar —sin revisarla— ninguna forma de disgusto. Basta con atreverse a decir: “puede que esté equivocada, puede que esté equivocado acerca de la causa”.

Déjate acompañar, déjate dudar. Nombra sin miedo tus resistencias y tus excepciones. La trampa siempre está en excluir, en creer que esta vez sí tienes razón.

El reto es no acomodarse. El milagro comienza justo en el punto donde la mente deja de tener razón y se atreve, por primera vez, a no saber.

Abre, al menos por hoy, la puerta a la duda. Porque la paz que aguarda tras la pregunta genuina siempre sabe encontrar a quien persevera, a quien se permite no tener todas las respuestas, a quien sigue, una vez más, al próximo ejercicio.

¿Seguimos?

Test de autoindagación

INSTRUCCIONES

Este test está diseñado como una herramienta de autoindagación para acompañar la práctica de las lecciones. No se trata de aprobar ni reprobar, ni de demostrar conocimiento, sino de mirarte con honestidad y reconocer dónde te encuentras en tu proceso.

El test contiene 20 preguntas, cada una con tres posibles respuestas: A, B o C. Elige la opción que más se acerque a lo que realmente sientes o piensas, no la que creas que “deberías” responder. Aquí no hay respuestas correctas o incorrectas; lo importante es ser sincera o sincero contigo misma, contigo mismo.

Al final, podrás evaluar en qué punto estás y qué aspectos puedes seguir trabajando para avanzar en tu camino espiritual. Tómalo como una oportunidad para reflexionar y profundizar en tu práctica, no como un examen.

PREGUNTAS (marca A, B o C en cada una)

1. Cuando surge un disgusto en mi experiencia, ¿de dónde creo realmente que proviene?



2. ¿Tiendes a considerar que hay disgustos más “graves” y otros menos importantes?



3. ¿Aplicas la lección a todas tus incomodidades, o dejas algunas fuera?



4. Cuando una emoción aparece (ira, miedo, tristeza), ¿puedes verla como la misma manifestación de separación?



5. Cuando me enfrento a un disgusto intenso, ¿qué hago con la lección?



6. ¿Te culpa la práctica de la lección, o logras mirar la culpa sin añadir peso?



7. ¿Aplicas la lección esperando que tus sentimientos cambien enseguida?



8. ¿Crees que puedes soltar algunos disgustos y conservar otros “especiales”?



9. ¿Tienes miedo de que esta lección invalide lo que sientes?



10. ¿Aceptar que tú “eliges” sentir disgusto te produce…



11. ¿Puedes detectar cuándo el ego crea una jerarquía de ilusiones en tus disgustos?



12. Ante un disgusto recurrente, ¿qué haces?



13. ¿Practicas la lección también con emociones “leves” como incomodidad o molestia neutra?



14. ¿Dejas espacio a la posibilidad de estar equivocada, equivocado sobre la causa de tu disgusto?



15. Cuando el disgusto se repite una y otra vez, ¿cómo respondes?



16. ¿Aprovechas los instantes de disgusto para practicar perdón de raíz en tu mente?



17. ¿Puedes practicar la lección sin sentir presión por “hacerlo bien”?



18. ¿Eres consciente de la resistencia a soltar el papel de víctima cuando surge el disgusto?



19. ¿Usas la lección para justificar evitar tus sentimientos incómodos o dolorosos?



20. ¿Aprovechas el disgusto, por pequeño que sea, como oportunidad para reconocer la igualdad de las ilusiones?



¿Eres maestro, facilitador o terapeuta? ¡Haz que tu mensaje llegue más lejos!

Mi nombre es David Pascual, y soy la persona que está detrás de UCDM GUIDE.

Aquí comparto lo que aprendo sobre Un Curso de Milagros, con el fin de apoyar a estudiantes en su práctica. También ayudo a facilitadores y maestros a mejorar su comunicación digital y personal.

Cada semana comparto reflexiones y recursos por email (apúntate en el pop-up). Si eres facilitador o maestro también puedes hacerlo en mentoring.ucdm.guide.

Si quieres, escríbeme; estaré encantado de ayudarte en lo que necesites.

Mi deseo es que lo que encuentres aquí te acompañe en tu camino a reencontrarte contigo mismo.

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