El ego en Un Curso de Milagros: Origen, naturaleza y consecuencias

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Conocer el ego para trascender su influencia

En este articulo quiero acompañarte en la exploración de uno de los conceptos más cruciales y, a menudo, malinterpretados en nuestro camino espiritual: el ego.

El propósito es comprender la naturaleza del ego con la claridad y la profundidad que el Curso nos ofrece, para que puedas reconocerlo, entender su origen y propósito, y, finalmente, trascender su influencia en tu vida.

Prepárate para un viaje introspectivo que, aunque desafiante, promete una liberación inmensa.

Introducción al ego

En el corazón de “Un Curso de Milagros” (UCDM) yace una distinción fundamental entre nuestra verdadera identidad como Hijos de Dios y la identidad ilusoria que hemos construido: el ego.

Este sistema de pensamiento, arraigado en la separación y el miedo, es la fuente de todo sufrimiento y conflicto en nuestra experiencia. Para cualquier estudiante serio de UCDM, una comprensión profunda del ego no es meramente académica, sino una necesidad práctica para aplicar las enseñanzas del Curso y avanzar hacia la paz que es nuestro derecho de nacimiento.

Este artículo se adentra en la esencia del ego, explorando su definición según UCDM, su misterioso origen en la mente, las razones de su persistencia y las profundas implicaciones que este conocimiento tiene para nuestra vida diaria y nuestro viaje espiritual.

Nos apoyaremos en las lúcidas explicaciones de Kenneth Wapnick, uno de los más grandes expositores de Un Curso de Milagros, para iluminar este camino.

I. ¿Qué es el ego según “Un Curso de Milagros”?

Para comprender el ego en el contexto de UCDM, debemos despojarnos de las concepciones populares y adentrarnos en una perspectiva radicalmente diferente.

1. Un sistema de pensamiento basado en la separación y la culpa

El ego, en su definición más fundamental dentro de UCDM, no es una entidad física ni una parte inherente de nuestra verdadera naturaleza. Es, en cambio, un sistema de pensamiento que se fundamenta en la creencia en la separación y la culpa.

Es la parte de la mente que cree que es posible separarse de Dios, lo que implica un ataque a la divinidad. Esta creencia es la raíz de la culpa y el miedo, ya que el ego percibe la separación como un pecado.

Kenneth Wapnick, explica que el ego es el “ser con ‘s’ minúscula”. Este “yo” limitado y separado es el que nace en un cuerpo y se percibe a sí mismo como autónomo, desconectado de la Fuente divina.

Es una identidad que se cree condenada a sufrir y morir, en marcado contraste con nuestro verdadero Ser (con ‘S’ mayúscula), que es sinónimo de Cristo, la impecabilidad y la vida eterna que Dios nos ha dado.

El ego es, en esencia, una defensa contra nuestra verdadera realidad de unidad con Dios. Es un pensamiento aterrador que induce a la culpa y al miedo al castigo, ya que el ego percibe la separación como un pecado. La culpa, en este sentido, es vista como un signo de que el pensamiento no es natural, pues el pensamiento natural produce dicha y no culpa.

2. La Influencia de Sigmund Freud

Es importante notar que la comprensión básica del ego en UCDM se basa directamente en las enseñanzas de Sigmund Freud. Wapnick, siendo psicólogo clínico, a menudo señalaba la brillantez de Freud al describir cómo funciona el ego y sus mecanismos de defensa.

Sin embargo, UCDM utiliza la palabra “ego” de una manera más amplia que Freud. Para Freud, el ego es solo una parte de la psique, que consiste en el id (el inconsciente), el superego (el consciente) y el ego, que integra todo esto. En UCDM, el término “ego” equivaldría aproximadamente a la totalidad de la psique freudiana.

El “único error” de Freud, según Wapnick, fue “uno bien grande”: no reconocer que la psique entera era una defensa contra nuestro verdadero Ser, nuestra verdadera realidad.

Freud, temeroso de su propia espiritualidad, construyó un sistema de pensamiento que era virtualmente impenetrable a la amenaza del espíritu. A pesar de esto, sus contribuciones a la comprensión de los mecanismos de defensa son invaluables para entender cómo nos defendemos contra la culpa y el miedo que albergamos.

3. El ego como ilusión

Quizás el aspecto más liberador de la enseñanza de UCDM sobre el ego es que no tiene existencia real. Es una ilusión, un pensamiento en la mente del Hijo separado de Dios. No es una creación de Dios, sino una “mala creación” o “usurpación” que nunca fue real y que, por lo tanto, nunca sucedió.

El ego debe su existencia no al pensamiento de separación en sí, sino a la creencia del Hijo de Dios en la separación.

Esta distinción es crucial: el ego no puede existir por una separación que no existe, sino por el poder de la mente del Hijo para creer en la ilusión. Si el Hijo retirara su fe en el ego, este se disolvería nuevamente en la nada de donde provino.

Esta es la promesa de liberación que UCDM nos ofrece.

II. ¿De dónde surge el ego? El mito de la separación

Para entender el ego, debemos remontarnos a su origen mítico, el momento en que el Hijo de Dios pareció elegir la separación.

1. El pecado original como separación

El ego se inicia con la creencia de que nos hemos separado de Dios. En UCDM, la palabra “pecado” es sinónimo de “separación”.

El pecado del cual nos sentimos más culpables, y que es la fuente de toda nuestra culpa, es la creencia en una separación de Dios.

Esto es comparable al concepto de “pecado original” en las iglesias, y el Curso hace referencia al relato del Génesis para ilustrar cómo nació el ego.

La creencia de que hemos establecido un “ser” (con ‘s’ minúscula) que es nuestra verdadera identidad, autónomo de nuestro Ser real y de Dios, es el punto de partida de todo el problema en el mundo: la creencia de que somos individuos separados de Dios).

2. La elección del tomador de decisiones

UCDM describe este origen a través de una poderosa metáfora: el Hijo de Dios es el “soñador” de este mundo ilusorio, y dentro de su mente reside un “tomador de decisiones”.

Este tomador de decisiones es como un juez ante quien se presentan dos abogados opuestos: el ego y el Espíritu Santo.

El ego habla primero, siempre equivocado, pero en voz alta y persuasiva, ensalzando las glorias de tener una vida individual, autónoma y libre, independiente de un “tirano cruel y malicioso llamado Dios”.

El ego le dice al juez: “Qué maravilloso, su señoría, que finalmente somos liberados, y podemos vivir las vidas únicas que Dios nos prohibió tener”.

Su argumento central es que las ideas pueden abandonar su fuente, lo que implica que el Hijo de Dios puede tener una existencia separada de su Creador.

Cuando el ego concluye su caso, el juez/Hijo/tomador de decisiones escucha y queda impresionado. Le gusta su papel y se da cuenta de que no puede haber jueces en el Cielo, por lo que, si falla a favor del ego, continuará en su función y será especial.

Luego, el juez se dirige al otro Abogado, el Espíritu Santo. Pero el Espíritu Santo, haciendo eco de la sabiduría de que el amor es silencioso y no se opone a nada, no dice nada.

Su dulzura suave y tranquila contiene el poder de la Expiación, cuyo principio subyacente es que las ideas no abandonan su fuente.

La idea de que una parte de Dios podría arrancarse y tener una existencia independiente es imposible; incluso responder a esto le daría validez. La verdad es que la separación nunca sucedió, y esta es la base de la respuesta silenciosa del Espíritu Santo.

El juez/tomador de decisiones, enamorado de su ser separado, se aleja del Espíritu Santo y otorga el veredicto de “no culpable” al ego. De esta manera, nace su sistema de pensamiento de separación.

El Espíritu Santo desaparece de nuestra conciencia, aunque permanece presente en nuestras mentes divididas, aunque oculto.

Es crucial entender que una vez que el ego ha sido elegido por el tomador de decisiones, la creencia del Hijo en él le da al ego su aparente poder.

3. La culpa como consecuencia inevitable

Una vez que creemos que hemos cometido este “pecado” de separación, es psicológicamente inevitable que nos sintamos culpables de lo que creemos que hemos hecho. En cierto sentido, la culpa se puede definir como la experiencia de haber pecado. Así, pecado y culpa son prácticamente sinónimos en UCDM.

Sin embargo, la culpa de la que habla UCDM es mucho más profunda que las experiencias conscientes de culpa que sentimos por cosas específicas de nuestro pasado. Estas son solo la “punta de un témpano de hielo”.

La culpa subyacente es la creencia inconsciente de haber atacado a Dios al separarnos de Él, lo que genera un terror profundo a Su castigo.

III. ¿Por qué existe el ego? Su propósito y estrategias

El ego no es un mero error; es un sistema de pensamiento con un propósito muy claro: asegurar su propia supervivencia a toda costa.

1. La supervivencia del ego

La existencia del ego depende totalmente del poder de la mente para creer en él. El ego, que no es tonto, comprende que el poder de la mente del Hijo para elegir es su fuente. Por lo tanto, tiembla de terror ante la posibilidad de que el Hijo retire su fe en él e invierta, en cambio, a favor del Espíritu Santo.

Esto causaría la inminente desaparición del ego, ya que se disolvería nuevamente en la nada de donde provino.

El ingenio del ego para asegurar su supervivencia es enorme, pero este ingenio emana del mismo poder de la mente que el ego niega. Esto significa que el ego ataca lo que lo sustenta, lo cual no puede sino producir una gran ansiedad.

Por eso, el ego jamás reconoce lo que está haciendo. Es perfectamente lógico, pero a todas luces demente, pues para subsistir, el ego se nutre de la única fuente que es totalmente adversa a su existencia.

2. La proyección como mecanismo de defensa

Para resolver el dilema de su propia existencia amenazada, el ego recurre a una estrategia central: la proyección.

Deja de percibir que su existencia está amenazada, proyectando la amenaza sobre el Ser del Hijo y percibiendo al Ser como inexistente. Esto asegura su continuidad si el Hijo se pone de su parte, garantizando así que no pueda conocer su Seguridad.

La proyección es el mecanismo por el cual el ego nos hace creer que la culpa y el miedo provienen de fuentes externas, en lugar de reconocer que son el resultado de nuestra propia identificación con el ego.

El mundo que vemos, hacemos real y al cual reaccionamos, es literalmente una proyección de una decisión tomada en la mente. Como dice el Curso, el mundo es “una imagen externa de una condición interna”.

Al proyectar, el ego entierra el conflicto entre él y el Espíritu Santo, viéndolo como algo externo a nosotros, y así nos impide darnos cuenta de que no hay conflicto real, solo nuestra identificación errónea con el ego.

3. La identificación con el cuerpo

Una de las manifestaciones más poderosas de la estrategia del ego es la identificación con el cuerpo.

El cuerpo es el hogar que el ego ha elegido para sí, y es su mejor argumento de que no podemos proceder de Dios. El ego nos dice que somos criaturas de Dios, creadas como cuerpos a Su imagen y semejanza. Sin embargo, sufrimos la mortalidad del cuerpo.

El ego sostiene que, si Dios es eterno y nosotros morimos, no podemos proceder de Dios. Esto, a su vez, significa que Dios no existe y que estamos por nuestra cuenta. Esta es una muestra del pensamiento deformado, aunque persuasivamente lógico, del ego.

Paradójicamente, el ego también “odia al cuerpo porque no lo considera lo suficientemente bueno como para ser su hogar”. Esta contradicción aturde a la mente, que se pregunta dónde puede encontrar protección, a lo que el ego responde que el cuerpo no puede protegerla porque es vulnerable, se enferma y muere.

Esto demuestra que el sistema de pensamiento de la mente errada de culpa y castigo está bien vivo, aunque oculto detrás del escudo del ego de un mundo sufriente repleto de cuerpos moribundos.

Las experiencias físicas, como los apetitos de comida, bebida, sexo, placer, etc., parecen tener un origen corporal, pero en realidad se originan en la mente y nunca han abandonado su fuente.

El ego se satisface en la mente al hacernos cumplir con las necesidades del cuerpo, lo que simplemente refuerza la idea de que hay una entidad separada alojada en un cuerpo sin mente. Esta “falta de mente” asegura nuestras preocupaciones corporales.

El verdadero propósito no es satisfacer el cuerpo (¿cómo se puede satisfacer la nada?), sino mantener la mente oculta para cumplir con su estrategia de mantenernos sin mente.

El propósito del mundo es ser una cortina de humo, una distracción que nos aleja de la elección de la mente por la Expiación en lugar de la separación.

La pregunta “¿para qué es?” el mundo nunca será respondida satisfactoriamente si no nos damos cuenta de que su propósito es mantener nuestra existencia en un estado perpetuo de inconsciencia.

La “tendencia típica del ego de estar continuamente ocupado con nimiedades” y “embarcarse en problemas diseñados de tal manera que su resolución sea imposible” es parte de esta estrategia.

Cualquier cosa que nos saca de la mente nos hace incapaces de elegir de nuevo.

4. El miedo como fundamento

El ego no teme a Dios, a Su Amor o a la Expiación del Espíritu Santo, ya que estos están más allá de su rango de comprensión. Sin embargo, tiembla de terror ante la posibilidad de que el Hijo retire su fe en él.

La ansiedad que todos sentimos tan profundamente proviene primero de la aterradora creencia de que en cualquier momento Dios nos aniquilará, y en segundo lugar por el miedo de que, si volvemos a la mente, nos aniquilaremos al elegir contra este yo aterrorizado.

Cuanto más nos aproximamos al sistema de pensamiento del ego, más tenebroso y sombrío se vuelve el camino. Su “piedra angular de terror” se basa en la insensatez, y todos nuestros miedos son infundados, una vez que la sacamos a la luz y la juzgamos con absoluta honestidad.

IV. Implicaciones para el estudiante de “Un Curso de Milagros”

El conocimiento profundo del ego no es un fin en sí mismo, sino una herramienta poderosa para el estudiante de UCDM. Sus implicaciones son transformadoras y guían cada paso del viaje espiritual.

1. Reconocer la ilusión y el poder de la mente

El primer y más crucial paso es reconocer que el mundo entero y nuestra experiencia en el cuerpo son un sueño, y que todo lo que se necesita es despertar de ese sueño para que desaparezca.

El “soñador” se convierte en “observador”, permitiendo que el tomador de decisiones elija si continuar durmiendo y soñando, o verse a sí mismo como el soñador del sueño.

Nuestras mentes son la única esperanza que tenemos de escapar de la prisión que el ego ha hecho para que sea nuestro hogar. El verdadero poder de la mente es el corazón de UCDM, y su presencia recurrente en los capítulos iniciales destaca el lugar principal que ocupa en la presentación de Jesús.

Poner la esperanza en cualquier cosa o en cualquier persona en el mundo, incluido el propio Curso, es parte de la defensa del ego para evitar que tengamos acceso al poder de decisión de la mente, que es la fuente del problema y la solución.

2. La necesidad de un proceso suave y respeto por el ego

Un peligro común para los estudiantes es creer que podemos deshacernos del ego “en un dos por tres”. Sin embargo, el grado de miedo que nos arraiga aquí –el miedo a que Dios nos destruya si abandonamos nuestro escondite, que es el cuerpo– es tan extremo que necesitamos un proceso más suave para despertar.

Negar al ego en lugar de mirarlo y cambiar de pensamiento sobre el mismo solo conduce a que la gente lo pase por alto, en lugar de deshacerlo.

Es vital tener un “respeto saludable por el ego” y entender cuán profundamente arraigados estamos todos en su dinámica. El Curso nos advierte que cuando nos acercamos al fundamento del ego, cuando comenzamos a escuchar al Espíritu Santo más que al ego, este “se venga y se torna vicioso”.

La meta del ego es el asesinato, y el Curso nos lo dice literalmente. Ignorar estas referencias es no comprender el corazón del Curso.

Afortunadamente, el proceso de mirar sin juzgar es suave. Como dice el libro de ejercicios sobre el perdón: “El perdón… es tranquilo y sosegado, y no hace nada… Simplemente observa, espera, y no juzga”.

3. El papel del perdón y el espíritu santo

El Curso no es acerca del amor en el sentido romántico o superficial; es acerca de la culpa. Al reconocer nuestra culpa, nos capacitamos para desprendernos de la misma; entonces el Amor de Dios aflora a nuestra consciencia. Pero no podemos saltar pasos.

El perdón es el medio principal para deshacer el ego. Al perdonar, no solo liberamos a los demás de la culpa que les hemos proyectado, sino que también nos liberamos a nosotros mismos de la culpa subyacente que nos mantiene atados al ego.

Nuestra experiencia nos muestra que necesitamos perdonar a mucha gente, y a la misma persona una y otra vez; nuestra culpa, en efecto, se saca “a astillas”, en vez de hacerla desaparecer en un enorme trozo.

Necesitamos la ayuda del Espíritu Santo (o Jesús) para que tome nuestra mano y nos conduzca cuando la perversidad del ego se torne abrumadora.

El Espíritu Santo es el maestro que expone la mentira en nuestras preocupaciones –emocionales, físicas, sociales– y nos lleva a la verdadera corrección mental de la Expiación.

Pedir mirar el mundo a través de Sus ojos significa darnos cuenta de que el mundo que vemos es una proyección de una decisión tomada en la mente.

4. La autoobservación y la honestidad

Una de las herramientas más poderosas que UCDM ofrece es la práctica de la autoobservación. Al observar nuestros pensamientos y emociones sin juicio, podemos identificar cuándo estamos siendo guiados por el ego. Esta autoobservación nos permite tomar decisiones más conscientes y alineadas con nuestra verdadera naturaleza.

El Curso nos pide utilizar nuestras preocupaciones mundanas y corporales como aulas en las que aprender que nuestros problemas no son más que proyecciones del problema interno de la culpa que no queremos resolver.

La enfermedad, por ejemplo, es una defensa contra la verdad, una forma en que el ego se asusta cuando la verdad alborea en nuestras mentes y desvía la atención al cuerpo sin mente.

“Juzgar el sistema de pensamiento del ego con absoluta honestidad” significa mirarlo con Jesús, ya que así no lo evaluaremos en términos de asociaciones pasadas que se basan en nuestra necesidad de especialismo.

Debemos llevar la “pequeña chispa” –el recuerdo del amor de Dios, la visión de Cristo, el Espíritu Santo– para iluminar los cimientos del sistema de pensamiento del ego. Al hacerlo, veremos que se basaba en la insensatez y que todos nuestros miedos eran infundados.

5. La verdadera identidad

La pregunta clave que surge de esta investigación, y que es central en UCDM, es:

“¿Qué soy yo?”.

Si la respuesta es el cuerpo y la personalidad, hemos respondido incorrectamente, y de esa creencia proviene nuestro dolor, miseria e infelicidad.

La respuesta que Jesús da a esta pregunta es la joya más valiosa del Curso:

Yo soy el Hijo de Dios, completo y sanado y completo, resplandeciendo en la reflexión de Su Amor. En mí está su creación santificada y garantizada la vida eterna. En mí se perfecciona el amor, el miedo es imposible, y la alegría se establece sin oposición”.

“Yo soy el hogar santo de Dios mismo”.

“Yo soy el Cielo donde reside Su Amor”.

“Yo soy Su santa impecabilidad misma, pues en mi pureza mora la Suya”.

Esta es nuestra respuesta a todo lo que el ego ha enseñado que es verdad sobre nosotros mismos, deshaciendo todo el miedo y la culpa, todo el dolor y el sufrimiento.

Lo que queda es la vida eterna que nos ha sido dada en la creación, sin mancha por los pensamientos manchadores del ego de mala creación y usurpación. Nunca reales, estos pensamientos se evaden en la nada de su propia ilusión.

Conclusión

El ego, en la profunda enseñanza de “Un Curso de Milagros”, es mucho más que un concepto psicológico; es el sistema de pensamiento ilusorio que nos mantiene separados de nuestra verdadera identidad y de la paz de Dios.

Surge de una elección mítica de separación, alimentada por la culpa y el miedo, y se perpetúa a través de estrategias como la proyección y la identificación con el cuerpo.

Como estudiantes del Curso, comprender el ego es el primer paso hacia la liberación. Implica reconocer su naturaleza ilusoria, aceptar el poder de nuestra mente para elegir de nuevo, y embarcarse en un proceso gradual de perdón y autoobservación.

No se trata de atacar o negar al ego, sino de mirarlo con la luz del Espíritu Santo, deshaciendo sus engaños y recordando nuestra verdadera identidad como el Hijo de Dios, completo, sanado y en paz.

Este viaje no es fácil, pues el ego se resiste con ferocidad. Pero con la guía del Espíritu Santo y la práctica constante del perdón, podemos desmantelar sus cimientos de terror y despertar del sueño de separación.

Al hacerlo, no solo encontramos nuestra propia paz, sino que también nos convertimos en canales para la paz en el mundo, reflejando el Amor de Dios que es nuestra única y eterna realidad.

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Mi nombre es David Pascual, y soy la persona que está detrás de UCDM GUIDE.

Aquí comparto lo que aprendo sobre Un Curso de Milagros, con el fin de apoyar a estudiantes en su práctica. También ayudo a facilitadores y maestros a mejorar su comunicación digital y personal.

Cada semana comparto reflexiones y recursos por email (apúntate en el pop-up). Si eres facilitador o maestro también puedes hacerlo en mentoring.ucdm.guide.

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