¿La ansiedad te domina? Descubre el origen y la salida real

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La raíz de la calma: Desmantelando la ansiedad y el miedo desde dentro

Cuando la ansiedad asoma lo hace con fuerza. Te invade, te aprieta el pecho, te dice “esto va realmente mal”. Puede que se presente ante una cita médica, en una noche de insomnio o tras una discusión. A veces, viene acompañada del miedo: el miedo a perder, a que te abandonen, a que te juzguen, o simplemente a que el dolor nunca desaparezca.

Este texto es para ti, que atraviesas esa inquietud. Porque más allá de las justificaciones del mundo, existe un sitio sereno donde puedes reclinar el corazón.

Aquí no vamos a juzgarte ni a cargar con respuestas vacías. Solo ofrecerte un espacio para un encuentro honesto, seguro y humano, donde la práctica de Un Curso de Milagros te invita, sin forzar, a mirar la ansiedad y el miedo desde otro lugar, uno donde la verdadera causa no está fuera.

El germen de la ansiedad: No es la razón que crees

Entiendo lo difícil que esto puede ser para ti. Ese momento en el que el pulso se acelera y el mundo parece girar demasiado rápido. La mente insiste: “Estoy ansiosa por el trabajo, estoy asustado por mi salud, preocupada por mi hija, por mi pareja, por el dinero, por la soledad”.

Todo parece real, urgente, definitivo. Sin embargo, lo que nos enseña Un Curso de Milagros es que la fuente del disgusto nunca está donde creemos. La ansiedad no nace de la reunión, ni del diagnóstico, ni del silencio del otro; es el eco de una elección interna: elegimos escuchar al ego en lugar de a nuestro espíritu.

Esta idea no minimiza tu sufrimiento. Al contrario, lo valida: lo que sientes, lo que vives, importa, porque es tu puerta de entrada a la sanación. No tienes que enfrentarlo sola, solo. No tienes que luchar más de lo necesario.

Las muchas caras del disgusto: Ansiedad, miedo, preocupación, ira

Quizás pienses que la ansiedad es algo distinto del miedo, o distinto de la tristeza o la rabia. El mundo te enseñó a clasificarlos, a hacer jerarquías: esto es grave, esto es banal. Y, sin embargo, en el trabajo interior, tienes permiso para verlo de otra manera.

Imagina por un instante que todas esas incomodidades, desde la más mínima molestia hasta el pánico absoluto, son manifestaciones de una misma raíz. En palabras sencillas: todo lo que te quita la paz pertenece al mismo sistema de pensamiento, aunque el disfraz cambie.

¿Recuerdas alguna vez que la ansiedad por llegar tarde te pareció insignificante comparada con la angustia de una pérdida?

El ego insistió en marcarlas como diferentes. Pero, ¿y si para tu bienestar, para tu paz, todas las molestias fueran idénticas? ¿Y si cada sensación de disgusto fuera una invitación a mirar dentro y, quizá, liberar el dolor retenido?

Reconocer la forma: Nombrar lo que te duele

El primer paso es admitir lo que estás sintiendo. No hace falta fórmulas complicadas. Se trata de mirarte con honestidad:

“Siento ansiedad por ese examen”, “Tengo miedo de perder mi trabajo”, “Estoy preocupada por la salud de mi madre”, “Me siento solo”.

Nombrar lo que duele —aunque cueste— es ya un acto de coraje. Darte cuenta de a quién o a qué atribuyes tu disgusto. ¿Por qué te sirve esto? Porque la práctica del perdón comienza ahí: en lo específico. No te exige negar el dolor, ni tampoco buscar una falsa ecuanimidad. Solo te pide que mires tu malestar cara a cara. Como quien reconoce una herida antes de curarla.

Cuando te descubres pensando: “No tengo miedo a esto por la razón que creo”, estás abriendo una grieta en el sistema de pensamiento del ego. Estás diciendo: “Mi malestar no depende de lo que ocurre fuera, sino de cómo lo interpreto, de dónde elijo poner la causa”.

Las emociones no se juzgan: preguntas que desafían la lógica del miedo

Hazte estas preguntas con cariño —sin buscar respuestas perfectas— sólo para abrir una puerta distinta:

  • ¿Estoy catalogando este miedo como “pequeño” para evitar mirarlo seriamente, o como “grande” para justificar mi sufrimiento?
  • ¿Quiero mantenerme disgustada, disgustado, para confirmar que soy víctima inocente de lo externo?
  • ¿Qué siento que ganaría si dejo de mirar fuera y comienzo a reconocer la verdadera causa en mi mente?

No son preguntas banales. A veces incomodan, porque nos hacen ver el juego del ego: cuanto más categorizo mi ansiedad, más me aferro a la creencia de que depende del mundo y no de mí. Y eso, aunque pueda reconfortar momentáneamente, perpetúa el dolor.

La igualdad de las molestias: Lo grande y lo pequeño perturban la misma paz

No hay disgustos pequeños. Así lo plantea el libro. Cada malestar perturba tu paz mental por igual.

Es fácil comprobarlo: basta con que hoy, ante cualquier incomodidad, pauses un instante y observes si te tratas diferente por el tamaño del problema. ¿Te permites consuelo solo ante lo grande, minimizas lo pequeño?

El entrenamiento es mirar sin distinguir. Así, un momento de ansiedad al despedirte de alguien equivale —en términos de tu paz interior— a la angustia de una noche entera de insomnio.

Aprende a mirar a la ansiedad y el miedo de frente:

  • Deja de hacer diferencias entre los problemas: la ansiedad por olvidar las llaves no es “menor” que la que nace del miedo a la enfermedad.
  • Cuando surjan pensamientos de “esto sí es grave”, recuérdate con amabilidad: “Todos los disgustos perturban mi paz mental por igual”.
  • Si te cuesta tratar todo por igual, concédete el permiso de sentir la resistencia. Es parte del proceso.

Permitir que sean iguales no elimina la emoción, pero sí te ayuda a no aferrarte a la importancia que el ego le otorga. Así es más sencillo comenzar a liberar la cadena de sufrimiento.

Mirar dentro: El perdón como práctica diaria

Aquí tienes un espacio seguro. No hay obligación de hablar más de lo que deseas. Lo único importante es que puedas observar, durante un minuto (o incluso menos), qué pensamientos atraviesan tu mente cuando la ansiedad aparece.

Ejercicio sencillo:

  1. Siéntate, pon atención a tu cuerpo. Observa el latido, la respiración, la temperatura. Deja que las sensaciones existan.
  2. Busca, sin juicio, los pensamientos que están detrás del malestar. ¿Existen frases como “nunca lo haré bien”, “me van a abandonar”, “soy el culpable”?
  3. Mira ese pensamiento y di suavemente: “No estoy disgustada, disgustado por esta razón”.

Esa práctica no busca eliminar el dolor de golpe. Quiere acompañarte a ver que la causa nunca está donde el ego apunta. Mirar dentro es abrir el corazón a la posibilidad de un cambio —solo eso. Lo demás vendrá poco a poco.

Respira: Anclar la mente en el presente

La respiración es una puerta. Cuando el miedo y la ansiedad agitan tu mundo, traerte al presente es el primer anclaje. Respira profundo, lento. Siente cómo entra el aire, como sale.

Hazlo sin exigencias ni ritmos correctos. Si el temblor persiste, quédate con él. A veces se disuelve, a veces se queda. Lo importante es que tú permaneces presente.

Repite para ti: “No puedo conservar esta forma de disgusto y al mismo tiempo desprenderme de las demás. Las consideraré a todas como si fuesen iguales.”

¿Notas la diferencia? Es la rendición amable del control, el permiso para no defenderse con más lucha.

Tres ideas-compañeras para el día:

  • Cada vez que la ansiedad aparezca, detente un momento y respira, aunque solo sea una vez.
  • Recuerda que todas las molestias, por grandes o pequeñas, perturban tu paz por igual.
  • No te exijas perfección: si la ansiedad vuelve, si el miedo repite su canto, simplemente repite el ejercicio sin juicio.

El cambio de maestro: La elección interna del perdón

Hay una revelación inquietante en este camino: muchas veces, el ego te convence de que necesitas estar disgustada, disgustado, para demostrar que eres víctima inocente, que “lo externo” fue el causante principal.

Sea tu historia, tienes derecho a soltar esa cadena. Perdonar no es justificar el daño, ni negar lo que pasa fuera, sino dejar de atribuirle a lo externo tu paz perdida.

La lección —y te lo digo con total cariño— es recordar que puedes cambiar de maestro. Aunque el impulso inicial sea culpa, rabia o miedo, la posibilidad de elegir el amor, la compasión, la serenidad, siempre está.

En ese cambio interno, las ilusiones se desvanecen, y queda el único contenido real: el amor. No tienes que apurarte, ni demostrar nada. Solo date cuenta de que cada vez que eliges el perdón, deshaces un fragmento de la ilusión.

Las capas de la autocompasión: No apresures el proceso

Todo lo que se ha dicho aquí exige paciencia y ternura. El descanso verdadero no está en la promesa de una solución brillante, sino en permitirte avanzar, incluso cuando la ansiedad o el miedo parecen no remitir.

¿Te has sentido culpable por no “progresar” rápido, por seguir sintiendo molestias?Ese reproche también es un disfraz del ego.

Date permiso para fallar, salirte del camino, tener días pesados. Es más que suficiente con que reconozcas que tu paz no depende de lo externo, ni de una práctica perfecta.

Un espacio para la vulnerabilidad: Experimenta lo que surge

En este encuentro, no hay lugar para la exigencia. Lo que importa es que puedas experimentar —aunque sea por unos segundos— la posibilidad de que la paz interior es un derecho natural. Que, aunque la ansiedad y el miedo insistan, también puedes invocar la tranquilidad.

Autocompasión practicada:

  • No te juzgues por sentir ansiedad; la emoción te está mostrando una puerta, no un defecto.
  • Permítete descansar, llorar, reír. Cada emoción es legítima y tiene su sitio.
  • Recuerda que el proceso de sanación no es lineal. Hay días mejores y días peores. Ambos son necesarios.

La integración de experiencias difíciles: Haciendo de la práctica un estilo de vida

La práctica de mirar dentro, de igualar lo importante y lo trivial, de respirar y recordar que puedes cambiar de maestro, no es un ritual aislado. Poco a poco—y sin prisa—empiezas a vivirlo en cada situación.

Es un hábito que crece, que te acompaña en el metro, en la cola, ante una conversación incómoda. La ansiedad y el miedo pierden fuerza porque no los alimentas con la creencia de que son “problemas separados”, sino partes de un mismo camino hacia la paz.

No busques perfección, busca sinceridad. Haz de la compasión contigo tu compañera diaria. Así, la calma deja de ser una meta lejana y pasa a ser un lugar al que puedes volver cada vez que lo necesitas.

La paradoja del perdón: La liberación no está fuera

Quizá lo más importante que puedo decirte ahora es que, aunque el mundo insista en que la causa está fuera, tu paz nunca depende de lo externo. Se sostiene siempre en tu decisión interna.

Aceptar esto es, al principio, desconcertante. Te puede producir rabia, incredulidad, sensación de que hay trampa. Eso es normal. Permítete dudar, incluso resistirte. La honestidad aquí es mucho más valiosa que el consentimiento superficial.

Lo que quiero que recibas es esto: en cada instante de miedo, de ansiedad, de disgusto, tienes la capacidad —sin prisa, sin presión— de mirar dentro y corregir la percepción. Ahí nace la auténtica tranquilidad.

Mira al amor que hay detrás del miedo

No hay mayor descanso que saberte acompañada, acompañado, en este proceso. Elegir mirar dentro y dejar de buscar fuera no es un gesto de resignación, sino de redención.

Cada vez que te permites observar la ansiedad con cariño, igualar todas las molestias, cambiar de maestro y respirar desde la compasión, el miedo pierde fuerza poco a poco.

No es fácil. Nadie lo dijo. Pero sí es posible. La dignidad de tu calma está intacta, esperando la decisión de regresar a sí misma.

Hoy puedes elegir mirar el miedo y la ansiedad como oportunidades, no como condenas. Acepta la invitación. Haz tuya la práctica, con la ternura que mereces. No hay malestar pequeño, no hay emoción equivocada. Solo tú, haciendo el camino hacia la paz, un paso, una respiración, una elección a la vez.

La elección de salir del sufrimiento: El verdadero salto de fe

Toda esta práctica, toda esta honestidad, todo este coraje se resume en una cosa: la capacidad de elegir.

La pregunta no es solo qué te quita la paz, sino si estás dispuesta, dispuesto, a mirar más allá de la causa aparente, justo en el lugar donde comienza tu libertad.

La salida del sufrimiento está en reconocer que ningún miedo tiene poder sobre ti, salvo el que tú le concedas. La calma está esperando, y mientras caminas, cada molestia, cada inquietud, es una llamada a regresar a casa.

Aquí hay sitio para ti, siempre. El amor espera tu regreso.

Test de autoevaluación

INSTRUCCIONES

Este test está creado para la autoindagación profunda. No es para aprobar ni para conseguir respuestas correctas, sino para ver con claridad los lugares donde el ego aún sostiene la creencia en la vulnerabilidad, la ansiedad y el miedo. Elige entre A, B o C en cada pregunta. Sé sincera, sincero. Lo importante es lo que realmente piensas y sientes, no lo que crees que deberías responder. Al terminar, observa el resultado y los apartados de integración. No te identifiques con la puntuación; úsala como orientación amorosa para avanzar hacia la paz.

PREGUNTAS (Marca A, B o C en cada una)

1. Cuando surge la ansiedad o el miedo, lo primero que hago interiormente suele ser:



2. Ante una situación que parece peligrosa, mi tendencia es:



3. Cuando hago la práctica de mirar dentro, mi experiencia suele ser:



4. La idea de que la causa real está en mi mente y no en las circunstancias externas me parece:



5. En momentos de ansiedad intensa, mi recurso más frecuente es:



6. Frente a la posibilidad de perder algo o a alguien importante, mi reacción habitual es:



7. El pensamiento “puedo elegir la paz en cualquier situación” me provoca:



8. Cuando alguien me rechaza, ¿cómo interpreto la situación?



9. Ante el futuro, ¿cómo suele funcionar tu mente?



10. Cuando identifico pensamientos repetitivos de ansiedad, suelo:



11. En relación a mi seguridad interior, siento que:



12. Si practico la entrega mental en mitad del miedo, mi reacción suele ser:



13. En situaciones difíciles, mi voz interna más habitual dice:



14. La culpa que aparece en mi mente se manifiesta como:



15. Cuando el ego insiste en controlar el resultado de las cosas, yo:



16. Mi actitud al practicar el Curso frente a la ansiedad y el miedo es:



17. Sobre los patrones de pensamiento automáticos, diría que:



18. Cuando tengo pensamientos de autodefensa o ataque hacia otros, yo:



19. ¿Crees que puedes estar en paz incluso sin entender por qué tienes miedo?



20. ¿Estás dispuesta, dispuesto, a soltar todas las creencias que mantienen la separación y el temor?



¿Eres maestro, facilitador o terapeuta? ¡Haz que tu mensaje llegue más lejos!

Mi nombre es David Pascual, y soy la persona que está detrás de UCDM GUIDE.

Aquí comparto lo que aprendo sobre Un Curso de Milagros, con el fin de apoyar a estudiantes en su práctica. También ayudo a facilitadores y maestros a mejorar su comunicación digital y personal.

Cada semana comparto reflexiones y recursos por email (apúntate en el pop-up). Si eres facilitador o maestro también puedes hacerlo en mentoring.ucdm.guide.

Si quieres, escríbeme; estaré encantado de ayudarte en lo que necesites.

Mi deseo es que lo que encuentres aquí te acompañe en tu camino a reencontrarte contigo mismo.

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