
No eres lo que te ocurre; eres la luz intacta que sabe que nada puede separarte del Amor.
El único obstáculo está en la mente: una mirada desnuda a la no dualidad
No hay mundo fuera, no existe nada más allá de esta mente que ahora lee estas palabras. Da igual si tu cuerpo tiembla, si la historia parece apretar por todos lados, si el reloj te amenaza o te acaricia: nada, ni una imagen, ni un suspiro, tiene realidad fuera de ti.
¿Quién serías si no hubieras dado significado a cada pérdida, cada encuentro, cada pensamiento fugaz?
Somos una sola Mente, indivisa, sin límites ni bordes ni cuerpos. No hay “tú” y “yo”, sólo este Ser, respirando donde no hay espacio ni tiempo. Todo lo que se te presenta ante los ojos, todo lo que crees pensar y sientes como propio, es sólo el eco de una pequeña idea: la separación.
Ahí empieza todo terror. Y ahí puede terminar.
Cuando el ego traduce el mundo: cómo opera la separación
Te digo la verdad, aunque duela: cada vez que juzgas, que te ofendes, que deseas, crea el ego una historia de alguien contra otra persona, un cuerpo contra el mundo.
Pero nunca ocurrió: fabricaste el drama con el poder de tu mente, y después te convenciste de que “es la realidad”.
¿Y sabes por qué lo sigues haciendo? Porque le tienes miedo a la Unidad. Prefieres, algunas veces, defender la diferencia, la ofensa, el agravio; prefieres el miedo, lo especial, la herida, al descanso de saberte Una sola cosa, Uno solo con Dios.
Cualquier sufrimiento parte aquí:
- Usar la interpretación para atacar, culpar o huir.
- Insistir en que lo que ocurre fuera puede dañarte o salvarte.
- Olvidar que lo que ves lo hicieron tus deseos de sentirte distinta, distinto, a la totalidad.
Ejemplos de interpretación errónea:
- “Sé que esto nace en mí, pero este problema sí es grave.” (Ego—cree en los grados).
- “No puedo evitar este miedo, fue por lo que la otra persona hizo.” (Ego—da poder fuera, niega su autoría).
- “Me esfuerzo pero no cambio; el mundo es más fuerte.” (Ego—se justifica, niega la mente única).
El espejismo de la importancia: la ilusión de diferencias y jerarquías
¿Quieres ver la raíz de tu malestar cotidiano? Es creer que algunas cosas importan demasiado y otras nada. Que lo que te afecta es más real que lo que pasa de largo.
Es la trampa más común: la de hacer real el sufrimiento otorgando un significado separado a cada cosa.
Haz la prueba hoy:
- Pon frente a ti una lista de tus miedos recientes, tus deseos, tu amargura y tu alegría.
- ¿Has hecho una lista “de cosas graves” y otra “de tonterías”?
- El ego siempre compara, siempre jerarquiza: mi dolor frente al de mi hermano, mi deseo frente al de mi pareja, mi derecho a ser vista o visto frente al olvido ajeno.
No hay diferencia real entre un disgusto y una catástrofe. El Ser no se ve alterado. ¿Puedes imaginarlo?
En la Unidad no importa lo que parezcan mostrar los sentidos, porque nada de ello puede añadirle o quitarle nada a lo que ya eres.
Respuestas posibles:
- “Siento que aquí y ahora todo es igual, nada depende del suceso, sólo de cómo lo miro.” (Unidad, aceptación)
- “Aún distingo entre dramas, me cuesta soltar la jerarquía.” (Honestidad, apertura)
- “Para mí esto sí importa, no puedo rebajarlo a algo menor.” (Ego, defensa de lo especial)
El núcleo del dolor: la interpretación y su voluntaria entrega
El ego no tiene poder por sí mismo. Necesita tu decisión de creerle, de hacer real lo que señala, de defender el significado otorgado. ¿Dónde, exactamente, pones el sentido de tus emociones, tu valor o tu vacío? ¿Lo pones fuera?
Siempre que duele, has decidido que lo que “viene de fuera” dice algo verdadero sobre ti. Pero no hay fuera. No hay nada allí. La decisión de recordar la Unidad empieza por dejar de justificar ningún significado, ni los “grandes” ni los “pequeños”.
Ejercicio vivencial:
Cuando venga un pensamiento doloroso o un acontecimiento tenso, párate y mira:
- ¿Puedo identificar el significado que he dado yo misma, yo mismo?
- ¿Le temo a perder el significado? ¿Siento que me define?
- ¿Estoy creando una identidad —de víctima, de ofensora, de especial— con esta interpretación?
Y si lo ves, sin lucha ni culpa, pregúntate:
- ¿Qué pasaría si suelto del todo este relato?
- ¿Podría permitir que no fuera diferente a un simple objeto en la habitación, igual de neutro?
- ¿Sabría encontrar al Ser intacto tras el velo?
Soltar el significado, soltar el mundo: práctica radical de la Unidad
Nada externo tiene poder. Ni éxito, ni fracaso, ni pareja ganada ni relación perdida, ni salud ni enfermedad, ni juicio ni alabanza—todo es la misma sombra.
Lo único real permanece, inmutable, por siempre fuera del tiempo, donde moras tú con Dios y con tus hermanos. No se puede romper, ni herir, ni aumentar.
Estás invitado ahora a soltar el mundo entero:
- No desde la renuncia drástica, sino desde la equidad.
- No desde el miedo, sino desde la audaz ternura de quien ve la nada y no se asusta.
- No desde la negación, sino desde la aceptación total de que jamás nada externo te definió.
Opciones de respuesta ante cualquier experiencia:
- “Sé que esto también lo he fabricado. No quiero hacerlo real.” (No dualidad, unión)
- “Lo entrego todo al Amor, sin saber qué quedará.” (Unidad)
- “Esto sí me afecta y eso nunca podré cambiarlo.” (Ego, miedo a la entrega)
Observar sin juicio: la neutralidad de la mente libre
Practica mirar sin juicios. Cuando la mente calla, el corazón recupera su estado natural: la visión de la igualdad. No luches con la reacción. Obsérvala. No la analices. Deja que pase la ola, que se disuelva la tormenta.
En el fondo de ese silencio reposa la certeza: la Verdad no puede ser afectada por ilusiones.
Guía inspirada:
- Siente lo que sientes: pena, ira, culpa, soledad.
- No argumentes a favor ni en contra de ello.
- Sólo pregunta: “¿Qué pasaría si no juzgara? ¿Qué hay detrás si no defiendo esta emoción o historia?”
Habitúa la mente a no hacer nada especial con nada. Ahí empieza la Paz.
El perdón real: no para corregir el pasado, sino para recordar la inocencia y la Unidad
No se trata de “perdonar” porque fuiste más espiritual, sino de ver que aquello que parecía ser un agravio nunca ocurrió; ni tú ni la otra persona ni el mundo tienen el poder de alterar la Unidad original.
El perdón auténtico es deshacer—no reparar—la historia entera, dejar al mundo sin significado, para que sólo quede lo Que Es en verdad.
¿Te atreves a mirar así?
- Si una persona te ataca, ¿puedes renunciar a buscar el error fuera?
- Si tu pareja no te comprende, ¿puedes dejar de exigir la reparación y abrazar la inocencia?
- Si tu cuerpo parece fallar, ¿puedes negarte a hacer real su poder sobre ti?
Opciones de respuesta:
- “Elijo dejar pasar la ofensa. Nadie puede herirme. Aquí sólo hay Unidad.” (No dualidad, unicidad)
- “No puedo dejar pasar esto todavía, pero veo que el dolor surge de mi significado.” (Honestidad, sanación)
- “No soy responsable, la culpa es del otro o de las circunstancias.” (Ego, proyección)
No hay cuerpos, no hay separación, no hay mundo: sólo queda Dios
Lo difícil, lo verdaderamente radical, es aceptar la disolución de toda diferencia. No hay otro, nunca lo hubo. Nadie puede salvarte ni condenarte; nadie puede amarte de más o de menos.
El sueño del mundo sólo sostiene la separación mientras aún defiendes lo que crees perder o ganar.
¿Sabes? Nada perdió valor, porque nada tuvo jamás valor fuera de la Unidad. Nada real puede ser amenazado. Nada irreal existe.
Permítete sentirlo durante unos instantes, aunque el corazón se resista o la mente dude. Y observa, muy despacio:
¿Cuánto tiempo quieres seguir sufriendo por historias que creaste tú, sólo por miedo a perder tu pequeña identidad? ¿Quién serías si todo esto deja hoy de tener significado? ¿A qué historia renunciarías para ser, sencillamente, Uno en el Amor?
Hazlo tuyo: entrega todo y descansa en la paz inalterable
Lo más sutil: no puedes hacer esto a medias. No puedes “conceptualizar” la no dualidad y luego seguir midiendo, comparando, sintiendo que lo externo gobierna tu serenidad.
El salto es total: no hay regreso. Es la honestidad desnuda del que se desencadena completamente.
Cuando la mente se entrega sin reservas, incluso unos segundos, experimentas algo imposible de traducir: la liviandad de la Unidad, la paz que no pide ningún sacrificio.
Sigues aquí, pero el mundo ya no puede condicionarte.
Vuelve cada vez que duela, cada vez que dudes. Nunca estarás sola, nunca estarás solo. Porque jamás lo estuviste.
Déjalo todo atrás: camina desde la Unidad hacia la próxima revelación
Hoy termina una etapa. Ya puedes empezar a caminar sin cargar el saco de los viejos significados. Cada paso ligero es un triunfo sobre lo ilusorio. El siguiente aprendizaje te espera. Resulta inevitable: cuando dejas atrás el significado, todo se ilumina sin tu esfuerzo.
No mires atrás. No intentes llevarte nada, ni un rastro de culpa, ni una pizca de miedo, ni una gota de defensa.
Aquí, en la Unidad, todas caminamos en ti. Sigue, porque sólo queda avanzar desde el don de no haber creado nada de esto.
Test de autoevaluación
INSTRUCCIONES
Este test es una herramienta de autoindagación. No está diseñado para aprobar, reprobar, ni demostrar espiritualidad, sino para que te observes con la mayor honestidad posible y reconozcas con ternura dónde te encuentras realmente.
Consta de 20 preguntas; cada una con tres respuestas: A, B o C. Elige la opción que más sinceramente te represente, no la que creas que “deberías” seleccionar. Aquí no existen respuestas correctas o incorrectas: sólo son útiles si reflejan lo que hay en ti.
Al finalizar, podrás identificar tu posición ante la práctica y comprender mejor los velos que puedes ir soltando en tu camino hacia la Unidad. Déjate sorprender. Aprovecha para profundizar en la experiencia interna, más allá de lo conceptual.
PREGUNTAS (Marca A, B o C en cada una)
