¿Por qué sigo creyendo que el cuerpo es real?

Envía tus consultas sobre Un Curso de Milagros

Atrévete a soltar la separación

Nada que puedas medir, tocar o perder tiene el poder de definirte. La verdadera identidad está fuera de ese juego.

Si alguna vez has sentido que, por más que lo intentes, tu paz sigue dependiendo de lo que pasa fuera, es aquí donde empieza otro camino.

Es el punto ciego del ego, donde su defensa de cuerpos, historias y cosas se convierte en cárcel y justificación, siempre girando sobre lo mismo: la creencia insistentemente repetida de que existe un yo, especial, vulnerable.

Al mirar con honestidad este espejismo, lo único que en verdad teme el ego es que veas tu inocencia —y con ella, lo ilusorio del mundo que fabrica.

El espejismo que nunca se nombra: creer en lo que ves es aferrarse al miedo

Estás en una habitación, en una calle, en cualquier lugar; miras alrededor y, casi sin darte cuenta, haces distinciones. Tu cuerpo, tus manos, ese objeto que consideras importante, un rincón querido, una relación… Todo parece tener un significado diferente, un peso personal.

¿Y si te atrevieras hoy a mirar de otra forma, no para encontrar otro sentido, sino para ver que todo sentido es prestado, fabricado, una narración de la mente para justificar la idea central de la separación?

No se trata de convencerte usando argumentos nuevos ni de adornar la espiritualidad. Se trata de mirar, sin esquivar, cómo tus sentimientos, tus jerarquías invisibles, tu sufrimiento o tu orgullo, siempre están señalando: esto sí, esto no, esto lo necesito, esto puede desaparecer y dolerme.

La mente (una mente, la misma en ti y en mí), busca distraerse con diferencias. Así, cuerpo y mundo quedan como refugio y amenaza a la vez. Pero en realidad eres anterior a cualquier diferencia, más allá incluso de la experiencia del cuerpo. El miedo a aceptar esto es también el miedo a tu propia libertad.

Pregúntate, sin miedo ni culpa:
¿Hoy, serías capaz de soltar el valor de un solo objeto, de una sola relación, solo por un instante, para verte capaz de recordar quién eres de verdad?

El juego de los valores ocultos: ¿qué te niegas a perder?

La ilusión de la jerarquía de las cosas es el fundamento del mundo que ves. No lo pienses solo como un concepto: vive el siguiente instante y observa cómo tu mente reacciona cuando hay pérdida, amenaza, cambio, error, cuerpo. Te invito a pausar y, ante cualquier impulso de defender o necesitar algo —la salud, el futuro, el aprecio de alguien, tu propia historia—, preguntarte:

  • ¿Por qué este objeto, situación, cuerpo o recuerdo parece más valioso que otro?
  • ¿Sufro más por perder esto que cualquier otra cosa?
  • ¿Qué sería de mí si soltara la importancia de esto aún teniendo miedo?

La respuesta intuitiva del ego será: claro que hay diferencia, claro que esto es más importante. Pero esa misma respuesta es el núcleo de la separación. Mientras creas en la jerarquía de las ilusiones, seguirás defendiendo —y temiendo perder— la identidad separada.

Errores del ego al aplicar la enseñanza:

  • Dar más valor a tu cuerpo que a un objeto común.
  • Defender una historia personal como si ahí estuviera tu significado.
  • Creer que tu paz depende de circunstancias o personas concretas.

Respuestas correctas desde la no dualidad:

  • Todo valor atribuido es fabricado —refleja mi miedo a reconocer la unidad.
  • Nada externo puede hacerme ganar o perder la realidad del Ser.
  • Cuando suelto la jerarquía, siento alivio en el fondo, por breve que sea.

Compararlo todo y sentirse especial: la última barrera frente al recuerdo

No te juzgues si al intentar aplicar estas ideas emerge incomodidad, molestia, incluso rechazo frontal. El apego a la especialidad —a tu cuerpo, a tus historias, a tus triunfos y dramas— es lo último que el ego está dispuesto a entregar. El miedo a igualar una mano y un bolígrafo, una pérdida “grande” y una “pequeña”, es el miedo a perder el yo especial que el sistema de pensamiento del ego ha construido para ocultar la verdad.

En la práctica, al detenerte a mirar cualquier objeto, situación o relación sin ponerle un valor personal, puede surgir:

  • Ansiedad (“Si nada es especial, ¿qué sentido tiene mi vida?”)
  • Resistencia (“No quiero ni puedo comparar mi cuerpo con un objeto”)
  • Distracción (“Esto es demasiado abstracto, no sirve para mi día a día”)

¿Desde dónde respondes?

Respuesta desde la ilusión:
“Necesito defender lo que es importante para mí, de lo contrario pierdo sentido o valor.”

Respuesta desde la verdad no dual:
“Reconozco mi incomodidad como señal de que he estado sosteniendo mi identidad sobre la diferencia y el miedo. Quizás estoy lista, quizás estoy listo, para dejar un solo instante de igualar todo, sin jerarquías. Y ver qué ocurre.”

Al practicar desde aquí, que no es renunciar a lo bello de estar en el mundo, sino deshacer la prisión que lo hace amenazante, se abre la experiencia de la unidad como algo natural, no forzado ni impuesto.

El error de repetir, sin sentir: ¿practicas un ritual vacío?

El ego es astuto y puede transformar la más profunda enseñanza en un ritual sin alma, vacío y sin efecto. A veces repites frases o prácticas, miras objetos y afirmas: “Esto no significa nada”, pero en el fondo… sigues sosteniendo la diferencia, la protección. Se vuelve hábito, una manera de no sentir, de evitar mirar los miedos de raíz.

La invitación real es otra:
¿Puedes practicar con todo lo que ves, sin prisa, sin intentar convencerte por la fuerza, sin atacar tu dificultad, sin convertir esto en una obligación mecánica?

Reflexiona sobre tu día a día:

  • ¿Dejas fuera de tu práctica ciertas experiencias, emociones o historias propias?
  • ¿Te obligas a una manera de pensar que sientes lejana o atrapada en la mente?
  • ¿Te exiges perfección, dejando de lado la ternura contigo misma, contigo mismo?

Cada vez que esto ocurra, reconoce el automatismo y vuelve a la honestidad. El verdadero paso no es lograr nada, es abrirte a observarte con amabilidad.

Las emociones como brújula: donde aún te resistes, aún te apegas

Cada reacción en tu mente –apego, rechazo, culpa, tristeza, miedo, evasión– es una pista de dónde sigues creyendo en la separación. No se trata de erradicar tus emociones (eso mismo sería otro ataque del ego disfrazado de espiritualidad), sino de darles espacio y preguntar: ¿Qué me muestra esto sobre mis creencias? ¿Sigo creyendo que perder algo aquí es perder el Ser?

  • El apego señala el lugar donde sigues invirtiendo valor fuera de ti.
  • El miedo indica la creencia de que puedes ser herida, herido, desde fuera.
  • La culpa apunta a tu identificación aún con el “yo” y el pasado.
  • La tristeza refleja el deseo (imposible) de encontrar permanencia en lo que nace y muere.

Observa lo que sientes. Llévalo ante la Mente recta. No busques “corregirte” a la fuerza. Agradece la emoción, porque es un mapa perfecto para mostrarte lo que ya no eres y el Ser que nunca has dejado de ser.

Práctica viva: soltar, mirar, y dejar de buscar sentido fuera

No necesitas buscar en libros lo que ya sabes al soltar todo concepto personal. Haz la prueba: mira cualquier objeto, situación, incluso tu propio cuerpo. Siente y admite tu reacción, sin tratar de cambiarla rápidamente o de acallar la voz interna.

  • ¿Qué miedo protege mi resistencia?
  • ¿Qué fantasma amenaza con disolver mi identidad si dejo de priorizar?
  • ¿Quién sería yo sin ese significado aprendido y repetido durante años?

Permitir la honestidad es la puerta a la transformación. La práctica no es una meta ni un examen, sino un dejarse limpiar desde dentro, una renuncia dulce a entenderlo todo —para por fin poder descansar en lo que realmente eres.

Otras maneras de engañarte: intentos inútiles de encontrar significado

  • Buscar reconocimiento en tus relaciones, roles o logros.
  • Defender el bienestar del cuerpo como si ahí estuviera tu salvación.
  • Temor a la pérdida —como si lo que se va pudiera arrebatarte algo real.
  • Convertir la práctica en obligación, en una carga más.

Todos estos son cantos de sirena del ego. Siempre invitan a corregir el mundo, a cambiar la forma, a perfeccionar el yo. Pero la invitación del Espíritu es otra: deja de buscar valor en lo que puede cambiar; atrévete a ver todo igual. Esa es la verdadera amabilidad.

Preguntas para que la mente despierte y suelte

Detente un momento y date el permiso de abrirte a estas preguntas, sin buscar respuesta rápida:

  • ¿Estoy aún aferrada, aferrado, a la creencia de que mi paz depende de algo fuera?
  • ¿Qué investigo hoy: mi deseo de diferencia o la posibilidad de igualdad radical?
  • Si todo lo que valoro tiene el mismo peso (o ninguno) en el sueño, ¿qué queda de lo que creo que soy?

Permite que no saber sea cómodo, que tu resistencia se relaje por un instante. En ese espacio, la mente se acuerda de su origen: fuera del tiempo, fuera del mundo, sin cuerpos, una sola, en Dios.

Lo que se libera cuando dejas de creer en el cuerpo

A medida que sueltas la necesidad de hacer real al cuerpo y al mundo, sucede algo íntimo y transformador. No se trata de perder las cosas o de ser indiferente, sino de encontrar una alegría que no puede ser arrebatada por pérdidas, rupturas, enfermedades o éxitos.

Te invade una libertad lenta, sin exigencias, sin perfección. Sabes que lo que eres no puede ser herido. Sabes que tu mente, por mucho que insista, no puede cambiar la verdad de tu Ser.

  • Sirve y ama sin miedo a perder.
  • Perdona más rápido, agradece más sencillo.
  • Nota ternura hacia tu inevitable afán de buscar sentido donde no hay nada que temer.
  • Descansa en la igualdad de todo, y en la unicidad de tu Ser.

El salto que acaricia la verdad: rendirse a la unicidad

No hay final, ni arriba ni abajo, solo un despojarse, una ligereza extraña que, aunque sea por un segundo, te muestra que lo único real es lo que no puede perderse nunca.

No sigas persiguiendo significado donde solo hay niebla. Abandona la lucha de querer “lograr” la igualdad. Suelta cualquier prisa. Permite que tu corazón —y no tu cabeza— saboree la tranquilidad que hay al no defender un sueño.

No dependes de nada externo. No tienes nada que proteger, nada que demostrar, nada que perfeccionar. Ya eres la totalidad y, aunque parezca imposible, la mente puede recordarlo.

Te atreves a mirar, te atreves a soltar—la siguiente puerta está abierta

Queda mucho miedo aún, sí. Queda separación y búsqueda, sí. Pero hoy puede ser el primer día sin exigir respuestas. Quédate donde la mente no distingue, donde no hay mujer ni hombre, solo Ser. Quédate en el espacio donde los valores del mundo se disuelven y sólo queda la conciencia despierta de lo que siempre fuiste.

Y así, cada vez con menos peso, podrás seguir. Con más honestidad, más tranquilidad, menos lucha.

Déjate acunar en el amor que no necesita cuerpos, en la paz que no depende del mundo. No te detengas ahora. Cada vez que te atrevas a mirar la nada del mundo, el recuerdo de tu Ser brilla con mayor fuerza.

Test de autoevaluación

INSTRUCCIONES

Este test está diseñado como una herramienta de autoindagación. No se trata de aprobar ni reprobar, ni de demostrar conocimiento, sino de mirarte con honestidad y reconocer dónde te encuentras en tu proceso.

El test contiene 20 preguntas, cada una con tres posibles respuestas: **A**, **B** o **C**. Elige la opción que más se acerque a lo que realmente sientes o piensas, no la que creas que “deberías” responder. Aquí no hay respuestas correctas o incorrectas; lo importante es ser sincero contigo mismo.

Al final, podrás evaluar en qué punto estás y qué aspectos puedes seguir trabajando para avanzar en tu camino espiritual. Tómalo como una oportunidad para reflexionar y profundizar en tu práctica, no como un examen.

PREGUNTAS (Marca A, B o C en cada una)

1. La frase “Nada de lo que veo… significa nada” en mí produce:



2. Cuando surgen juicios sobre algo o alguien en mi día a día, tiendo a:



3. Si pierdo o gano algo material (dinero, salud, relación), mi reacción común es:



4. ¿Eres capaz de mirar tu cuerpo como completamente neutral, sin significado ni valor personal?



5. Cuando tienes experiencias intensas (placer, dolor, logro, miedo), ¿hacia dónde dirige tu mente la interpretación?



6. ¿Hay cosas, personas, estados o recuerdos a los que no te sientes lista o listo para soltar su significado?



7. ¿Dejas fuera de tu práctica diaria aspectos que consideras demasiado importantes o dolorosos?



8. La afirmación “el mundo es una ilusión proyectada por la mente” me resulta:



9. Cuando te hablan de que no hay jerarquía de valores en las ilusiones, piensas:



10. ¿Puedes notar el mismo nivel de desprendimiento frente a pensamientos positivos y negativos?



11. ¿Cómo vives la posibilidad de entregar toda percepción, juicio y emoción sin buscar sentido personal?



12. Cuando observas escenas cotidianas, ¿puedes verlas como equivalentes, sin asignarles valor propio?



13. Al observar emociones como el miedo o la tristeza, tú:



14. ¿Utilizas este aprendizaje para evitar tu experiencia presente (escapismo espiritual)?



15. ¿Te resulta difícil abrazar la idea de no tener control sobre la experiencia?



16. Sobre el perdón como deshacimiento (no como mejora del mundo), tú:



17. Evocar recuerdos del pasado es para tu mente…



18. Si el mundo desapareciese por completo, tu primera reacción sería:



19. ¿Cómo experimentas el silencio interior cuando cesas de interpretar cualquier cosa?



20. El propósito de esta práctica es, para ti…



¿Eres maestro, facilitador o terapeuta? ¡Haz que tu mensaje llegue más lejos!

Mi nombre es David Pascual, y soy la persona que está detrás de UCDM GUIDE.

Aquí comparto lo que aprendo sobre Un Curso de Milagros, con el fin de apoyar a estudiantes en su práctica. También ayudo a facilitadores y maestros a mejorar su comunicación digital y personal.

Cada semana comparto reflexiones y recursos por email (apúntate en el pop-up). Si eres facilitador o maestro también puedes hacerlo en mentoring.ucdm.guide.

Si quieres, escríbeme; estaré encantado de ayudarte en lo que necesites.

Mi deseo es que lo que encuentres aquí te acompañe en tu camino a reencontrarte contigo mismo.

Redes sociales

Warning