Cómo soltar la trampa del ego en tu marca personal

¿Eres maestro, facilitador o terapeuta? ¡Haz que tu mensaje llegue más lejos!

El reto para facilitadores y psicoterapeutas de ‘dar sentido’ mientras buscan ser referentes genuinos

No sé si te pasa. Has trabajado años en ti. Has devorado manuales de comunicación, branding, storytelling… y a ratos sientes que todo encaja. Que tienes una voz propia, una causa honesta, una comunidad que te sigue y confía. Y, sin embargo, en el minuto menos esperado, el viejo miedo asoma: ¿estoy mostrando quién soy… o sólo lo que creo que gustará? ¿Es mi marca un reflejo de mi propósito o del deseo (más sutil) de ser reconocida, reconocido?

En ese filo camina cualquier facilitadora o facilitador de Un Curso de Milagros, maestros, psicoterapeutas: sabemos comunicar, conectar, transformar… pero a veces el precio es construir una imagen excesivamente pulida o, simplemente, una versión de nosotros mismos, a la medida de expectativas ajenas.

Ese es el dolor al que apunta este texto: convertir una marca personal en una extensión auténtica de la espiritualidad, no en un escaparate para el ego. Y hacerlo mientras se consigue resonar con quienes buscan, dudan, agradecen y esperan algo real.

¿Se puede ir más allá del personaje, más allá de los gurús, más allá de esa adicción sutil a sentirse diferente o importante? ¿Cómo integrar esa mirada, mucho más honesta, que no separa tu vida de tu branding, tu papel profesional de tu evolución interna?

Sí. Pero hay que atreverse a mirar sin máscaras.

La raíz oculta del autoengaño: cuando tu imagen importa más que tu esencia

¿Qué significa, de verdad, reconocer que todo lo que ves o proyectas en tu marca no tiene valor en sí, sino el que tú —desde tu historia, tu ego, tus heridas— le das? Pregúntate cuántas veces te has sorprendido valorando más una “bio” perfecta, un logo atractivo, un titular viral, que tu verdadera presencia en una sesión, tu escucha real, o el coraje de mostrarte vulnerable ante tu comunidad.

La primera trampa suele ser sutil. Lo confundes con profesionalidad: “me conviene destacar este logro”, “debo cuidar cómo me expreso”, “no puedo hablar de mis momentos bajos…” Pero el espacio interior desde el que lo haces, ¿es honestidad o es protección egoica? ¿Convicción o miedo a que no te reconozcan sin maquillaje?

Si todo el sentido que tiene tu marca depende de lo que otras personas proyectan sobre lo que ofreces, el gran riesgo es perderte a ti misma, a ti mismo. Confundir tu valor con el juicio externo. Terminas siendo esclava, esclavo de tu éxito, tus likes, tus métricas.

Y ahí se empieza a perder la paz.

¿Cómo soltar la tiranía del “significado personal” en tu identidad profesional?

Esta es la pregunta incómoda, pero necesaria, para cualquier mujer, hombre que acompaña procesos de transformación. Digámoslo sin rodeos: tanto la terapeuta que busca admiración, como el facilitador que se oculta en la humildad fingida (sí, esa también es una máscara del ego), caen en la misma trampa de otorgar importancia personal a la imagen. La única diferencia es el disfraz.

¿Y si miraras todo lo que forma tu marca —tu nombre, tu frase inspiradora, tus hábitos en redes, tu forma de narrar tus servicios— como lo que es? Proyecciones. Narrativas que has elaborado para dar sentido, para sentirte segura, seguro, para tranquilizar esa parte tuya que necesita ser algo, alguien.

El puro ejercicio de quitarle el drama, el brillo, la carga a cada cosa. El logo ya no es sagrado. El follower que se va no es una amenaza. La crítica no es una ofensa mortal.

Soltar el peso de “ser especial” (para bien o para mal) es el mayor regalo que puedes darte. Y la puerta para empezar a vivir —y comunicar— desde una autenticidad que no depende de cómo te perciba nadie.

¿Te atreves a mirarte así?

Acciones valientes para re-crear tu marca sin encadenarte a la perfección

Aquí no se trata de montar una revolución a lo loco, sino de apostar por pequeñas dosis de honestidad práctica. ¿Cómo traer esa visión que iguala y libera a lo cotidiano de tu posicionamiento profesional?

1. Cuestiónate hasta el aburrimiento: ¿qué sentido le das a tu papel de “facilitadora”, de “maestro”, de “psicoterapeuta”?

Haz el ejercicio incómodo. No escribas para tu bio. Reconoce, en la intimidad, para quién haces lo que haces. ¿Para acompañar y servir? ¿Para destacar y tener razón? ¿Para llenar un vacío transformando la vida de otras mujeres, de otros hombres… o para confirmar un valor que sientes en duda?

No se trata de renunciar a la excelencia. Sólo de no dejar nunca que el reconocimiento sea tu medida.

Checklist de honestidad:

  • ¿Hay algo de tu historia profesional que maquillas porque “vende mejor”?
  • ¿De qué logro te cuesta más desprenderte?
  • ¿Hay algún aspecto tuyo que temes mostrar?
  • ¿Tu forma de vender es realmente compasiva o tiene algo de manipulación camuflada?
  • ¿Sigues algún ritual que te produce tensión, pero crees que “debes” mantenerlo para “ser seria/serio”?

A veces basta una pregunta bien hecha para vaciar de carga tu imagen.

2. Redefine tu propuesta de valor desde la vulnerabilidad, no desde el currículum

¿De verdad el rasgo que te hace significativa, significativo, es esa masterclass tan laureada? ¿O lo que compartes cuando hablas, escuchas, miras, acompañas y dejas de pedir amor, para simplemente estar presente?

¿Quién eres cuando no necesitas demostrar nada?

Atrévete a nombrar eso en tu bio, en tu web, en tus charlas. Cuéntalo como quien narra un viaje inacabado, no como quien ofrece una meta. Cuenta el valor de estar perdido, la gracia de equivocarte, la honestidad de mirarte en los días flojos.

Tres preguntas que pueden guiarte:

  • ¿Qué puedo ofrecer que nazca de mi propia transformación, no de una pose?
  • ¿En qué espacios me siento más genuina, genuino, y cómo puedo expandir eso a todos mis canales?
  • ¿Cómo sería una marca personal “sin necesidad de impresionar”?

A veces, la diferencia no la marca tu expertise, sino tu libertad para decir: aquí también estoy aprendiendo.

3. Haz de tu comunicación un espacio de encuentro, no de imposición

El mayor error: confundir comunicar con predicar. El abuso de afirmaciones categóricas, el “yo sé lo que necesitas”, el tono de quien quiere convencer… Lo sabemos: no funciona, agota y te deja sintiéndote a veces falsamente inspirada, inspirado.

Mejor, haz preguntas. Invita a la autoindagación. No llenes de sentido lo que compartes; deja huecos para que cada persona los rellene a su manera.

Cambia tus posts de “5 pasos para…” por reflexiones abiertas. Usa palabras que suelten el peso del dogma y apuestan por el descubrimiento.

  • “¿Cuál es el sentido que tú le das a este concepto?”
  • “¿Cómo viviste, como mujer, como hombre, esta misma experiencia?”
  • “¿Dónde ves que proyectas significados innecesarios… incluso en tu éxito?”

No impongas. Sé faro, no instructor. Quien guía desde la humildad, no desde el púlpito, es quien genera transformación.

4. Cuenta tu historia: el poder transformador de la vulnerabilidad bien entendida

No es postureo, ni sobreexposición. Es sencillamente, decir: “yo también proyecto sentidos que me atrapan, yo también caigo en buscar aprobación, yo también necesito perdonar una y otra vez mis propias expectativas sobre mí misma, mí mismo”.

Habla de cuándo frustraste a tu comunidad, cuándo tus palabras no fueron bien recibidas, cuándo sentiste el vértigo del error. Desde ahí, la conexión es brutalmente real.

  • Una vez, en una sesión multitudinaria, sentí que todo el sentido de mi labor dependía de que alguien importante en la comunidad validara mi intervención. Nada salió bien. Y aprendí a soltar ese significado (terrenal, humano, sí), y a quedarme con la experiencia de acompañar, incluso cuando nadie aplaude.
  • Quizá tu mejor lección sea esa en la que, tras equivocarte, supiste volver y pedir perdón. O mostrarte triste. O reírte de la solemnidad con que a veces tratamos “nuestra marca”.

Contar lo incómodo, lo imperfecto, nos saca de la jaula del personaje y nos devuelve a la humanidad.

5. Busca consistencia, pero no rigidez. Tu valor real está en lo que no es negociable

La consistencia no se mide en una publi estética o en que repitas los mismos mensajes una y otra vez. Está en lo que, aunque cambie el mundo, sigues transmitiendo: tu deseo de paz, tu sentido de servicio, tu opción por la escucha frente a la defensa.

  • Elige cada elemento visual, cada palabra, cada “no” que dices a una colaboración desde ahí.
  • Si algo deja de tener sentido, suéltalo. No conviertas tu presencia digital en una obligación hueca.
  • Si te invade la tensión, detente. Quizá estás tratando de cumplir con algún canon imaginario, no con tu propósito.

No olvides: lo que transmites desde tu silencio, desde lo que no haces, enseña más que cualquier post.

6. Haz visible que tu verdadero branding es servir, no lucirte

¿Tus contenidos están al servicio de tu comunidad o de tu necesidad de ser influyente? ¿Tu canal es una extensión de tu entrega o una vitrina de lo que crees debes ser? ¿Compartes para acompañar, o para que te sigan, te admiren, te supliquen respuestas?

Define líneas rojas. Pregunta antes de publicar

“¿Esto facilita la comprensión, el perdón, la unidad? ¿O simplemente busca sumar seguidores?”

  • Anímate a dejar huecos de silencio, incluso en tu agenda. Espacios gratuitos, materiales que no persiguen siempre la monetización.
  • Sé aliada, aliado de procesos largos, no ansiosa/o de resultados inmediatos.
  • Sé infraestructura de milagros (en formas humildes, sencillas): una palabra sincera, una escucha radical, una sonrisa desinteresada.

Cuanto más te pones al servicio, más trasciende tu marca y se convierte en un espacio común.

Cuando tu marca se transforma en tu práctica… y tu práctica en tu marca

¿Sabes cuál es el mayor beneficio de liberar a tu branding de la trampa del ego? Descubres que tu experiencia interior y tu posicionamiento profesional no son compartimentos estancos.

La imagen se vuelve liviana como una pluma. Verte reconocida, reconocido deja de ser un peso o una adicción. Simplemente, comunicas porque no puedes evitar compartir lo que te ha transformado. Pero sin imponer, sin buscar validación.

Ni más ni menos que ser, antes que mostrar. Crear comunidad, antes que seguidores. Hablar desde la vulnerabilidad, no desde el podio.

Eso se siente. Se respira. Llega. Y cambia vidas (empezando por la tuya).

Ahora, ¿te atreves a soltar también esto? Sigue profundizando en el vacío que libera

Quizá no lo consigas mañana. Ni este mes. Incluso puedes sentir que caes una y otra vez en la trampa de “darle sentido especial” a tu imagen profesional, a tu rol de terapeuta, de guía, de oradora, orador. Pero la práctica —suave, paciente, amable— de cuestionar, soltar y volver a mirar es ya una pequeña revolución.

No te cases con ninguna etiqueta. No creas ni a pies juntillas ni lo que proyectas ni lo que critican de ti. Atrévete a usar tu marca como laboratorio de autenticidad, humildad y apertura radical.

Prueba. Experimenta. Mira si puedes mantener tu propósito —el de verdad— intacto, mientras vistes y desvistes tu imagen pública.

Y cuando veas que el significado que dabas a todo lo que eres (y a lo que haces) se vuelve más liviano, entonces sabrás que puedes seguir indagando.

Porque la próxima lección —como cada nueva práctica, cada nuevo intento— está esperando a que la mires sin exigirle nada. Sin peso, sin pasado, sin proyección.

Ahí, en ese umbral, crece la paz y la fuerza para seguir acompañando y acompañarte.

Test de autoevaluación

INSTRUCCIONES

Este test no evalúa tu talento, ni busca que reúnas requisitos externos. Es una confrontación compasiva para identificar en qué aspectos aún tu marca personal responde al miedo, la autoimagen rígida o la complacencia, en vez de a la verdad y la autenticidad. Responde con brutal honestidad. No marques lo que “debería ser cierto” sino lo que aún temes, dudas o prefieres ocultar.

PREGUNTAS (Marca A, B o C en cada una)

1. Cuando pienso en mostrar mi verdadera voz (digital o presencial), la primera emoción que surge suele ser:



2. Al definir mi propuesta de valor como facilitadora-facilitador, suelo:



3. ¿Con cuánta frecuencia siento que mi contenido está “dirigido” a complacer o impresionar?



4. En una crítica pública o privada a mi trabajo:



5. Al compartir mi recorrido —éxitos, dudas, fracasos— con la comunidad:



6. Antes de grabar un vídeo, taller o conferencia, mi estado interior suele ser:



7. Al definir mi identidad visual o narrativa digital:



8. Cuando recibo halagos en mi comunidad:



9. Si observo que alguien se va o deja de seguir mi contenido:



10. Cuando comunico una idea, reflexión o experiencia, suelo:



11. ¿Tus colaboraciones, alianzas o entrevistas vienen de tu sentir o de la estrategia?



12. ¿Te sientes valiosa, valioso, aunque tu comunidad no reaccione como esperabas?



13. ¿Tus sesiones o posts reflejan tu verdad diaria, o “versiones mejoradas” de ti?



14. Cuando tienes miedo de parecer “poco profesional”, sueles:



15. ¿Tu branding refleja tus valores más profundos —más allá de lo comercial?



16. Ante el éxito o viralidad de otros facilitadores:



17. ¿Sientes que tu marca puede sostener tu evolución personal y espiritual?



18. ¿Cuánto de tus acciones digitales surgen del deseo de controlar la percepción ajena?



19. ¿Sabes quién eres más allá de tu rol de facilitadora, facilitador?



20. ¿Permites que tu comunidad te vea cometer errores o cambiar de opinión?



¿Eres maestro, facilitador o terapeuta? ¡Haz que tu mensaje llegue más lejos!

Mi nombre es David Pascual, y soy la persona que está detrás de UCDM GUIDE.

Aquí comparto lo que aprendo sobre Un Curso de Milagros, con el fin de apoyar a estudiantes en su práctica. También ayudo a facilitadores y maestros a mejorar su comunicación digital y personal.

Cada semana comparto reflexiones y recursos por email (apúntate en el pop-up). Si eres facilitador o maestro también puedes hacerlo en mentoring.ucdm.guide.

Si quieres, escríbeme; estaré encantado de ayudarte en lo que necesites.

Mi deseo es que lo que encuentres aquí te acompañe en tu camino a reencontrarte contigo mismo.

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