
LECCIÓN 15: Mis pensamientos son imágenes que yo mismo he fabricado.
Lección 15 del Libro de Ejercicios de UCDM
Hay momentos en que sientes que llevas demasiados años tropezando con la misma piedra, llamando al mismo dolor por nombres distintos, repitiendo esquemas bajo nuevos disfraces. Te encuentras en ese ciclo que sabes que no debería doler tanto pero no logras sacudirte. Los análisis, los reproches, los diagnósticos: nada logra cambiar la sensación de que algo crucial se te escapa. Pides signos, escuchas enseñanzas, confías en que algún día entenderás por qué el mundo parece una jaula hecha a tu medida.
La Lección 15 de Un Curso de Milagros llega como la bofetada más dulce que puedas recibir:
“Mis pensamientos son imágenes que yo mismo he fabricado.”
No como teoría, no como frase para repetir antes de dormir. Sino como un reto frontal a la raíz de tu sufrimiento.
¿Y si nada de lo que ves fuera es real? ¿Y si el malestar, la soledad, el miedo, el conflicto, la insatisfacción–no proviniese del mundo, sino de imágenes que tú misma, tú mismo, proyectaste desde tus pensamientos internos?
El ego no quiere escuchar esto. Prefiere que sigas buscando fuera la causa y la solución. Pero lo cierto es que, mientras crees que ves algo real fuera, sigues reforzando el ciclo de separación, culpa y miedo del que quieres salir.
Comprender esto es como abrir una puerta a lo desconocido: nada de lo que ves tiene autoridad sobre ti, ni razón de causarte dolor… salvo que tú decidas prestarle ese poder.
La esencia que no puedes esquivar: el mundo es tu reflejo interior
Párate un momento y piensa en esto: no existe nada fuera de ti que no sea el reflejo de algún pensamiento tuyo. El reloj de la pared, la mujer que te abraza o te rechaza, el hombre que te cuida o te hiere, el tiempo que se escapa, la noticia que te derrumba… todas son imágenes fabricadas por tu mente.
El ego toma tus pensamientos de separación, de pecado, de culpa y miedo, y los proyecta “fuera”. Así, “ves” personas, objetos, situaciones, como si fueran independientes de ti. Y, en este estado, jamás reparas en su auténtico origen: tu propio sistema de pensamiento.
Esta es la línea de defensa del ego. Mientras creas que el mundo externo es real, te olvidas de mirar dentro. No reconoces que las imágenes vienen de tus pensamientos. Y si no lo ves, jamás puedes descubrir que esos pensamientos de culpa, sufrimiento, ataque, miedo, realmente no son nada.
La raíz del autoengaño es creer que tus pensamientos de separación son tuyos, reales, autónomos, independientes de Dios. Pero, en la verdad, el único pensamiento auténtico es el de tu identidad en Cristo, unida al pensamiento creador de Dios.
Lo radical de esta lección
- El mundo externo es un efecto de tus pensamientos, no su causa.
- El dolor no viene de lo que sucede, sino de cómo lo interpretas, y de los pensamientos de separación que sostienes en secreto.
- Lo que aquí se te enseña no busca consolarte, sino despertarte: no eres ese yo separado que creíste ser.
Este es el punto más terrorífico, si lo miras con honestidad. El ego tiembla al descubrir que la imagen de ti mismo, como un ser autónomo, también fue fabricada por el pensamiento de querer separarte de la fuente.
Todo lo que creías sobre “lo real” se retuerce. Y, si tienes el coraje de soportar el vacío que deja este reconocimiento, el cambio comienza a suceder.
Rompiendo el espejo: qué pensamientos y creencias se deshacen si te entregas a la lección
Esta no es una lección para leerse a la ligera. Si te detienes a practicarla, descubres que tu vida está sostenida por cuatro creencias profundas que ahora se derrumban:
1. La creencia en la causalidad externa
Dejas de pensar que tu felicidad depende de cómo te tratan, del dinero, del clima, de si hay pandemia o paz. Descubres que lo externo no puede afectarte sin tu consentimiento; todo es una proyección.
2. La realidad del pecado, la culpa y el miedo
El ego los proyecta fuera y los ves encarnados en personas, situaciones, enfermedades, ataques. Pero son ilusiones: el sistema de pensamiento del ego no es nada. La culpa, el pecado y el miedo son sombras defendidas por tu deseo de seguir separado.
3. El mito de los problemas grandes y pequeños
Todo aparente problema, por insufrible que parezca, surge de la misma “diminuta idea loca” de separación. No hay disgustos ligeros ni dramas insuperables: todos son manifestaciones equivalentes y, por tanto, igualmente irreales.
4. La idolatría de la forma
Te liberas de la búsqueda constante de salvación en objetos, personas, relaciones, estatus. Nada de lo “visto” puede darte la paz que anhelas, porque todas las imágenes carecen de realidad.
Por doloroso que resulte este desmontaje, aquí empieza el alivio. Comprender que no tienes que cambiar nada fuera, porque lo que ves solo refleja tus pensamientos, es dejar de cargar el mundo entero sobre tus hombros.
Prácticas concretas: cómo encarnar la lección en tu despertar espiritual
No sirve entenderlo de forma intelectual y ya está. Se trata de intuirlo, vivirlo, rozar sus bordes incómodos cada día.
Aquí puedes entrenar la mente así:
1. Autoindagación constante
- Observa cualquier disgusto, enfado, miedo, deseo, y pregúntate: ¿Qué pensamiento mío está proyectando esto? ¿Qué estoy defendiendo con esta imagen: mi culpa, mi especialidad, mi miedo a perder?
- Escribe, si necesitas, qué crees que ocurriría si lo soltaras.
- Presta atención a las defensas automáticas que surgen para mantener tu “individualidad”.
2. Humildad completa (No tienes que entender nada)
- Repítete: No sé nada de lo que veo, ni de su significado. No sé lo que me haría feliz.
- Permítete respirar en esa ignorancia. Solo así el Espíritu puede enseñarte lo que realmente hay detrás de cada imagen.
3. No resistencia al ego
- Cuando el ego te ataque, no luches por destruirlo. Solo obsérvalo, sin juicio, sin condena.
- Si aparece el perfeccionismo espiritual (“no practicas bien”), ya sabes que el ego está al mando. Detente. Hazlo más suave.
4. Generalización de la lección
- Practica aplicando la idea a objetos, personas, situaciones cotidianas. “Mis pensamientos son imágenes que yo misma he fabricado.” “Mi enfado, mi ansiedad, mi alegría… son efectos de mis imágenes internas.”
- Poco a poco, hazlo con todo lo que te rodea. Abre los ojos al hecho de que no hay nada especial en ningún objeto o situación.
5. Elección consciente del Maestro
- Ante cualquier tentación de atacar, juzgar o defenderte, recuerda:
Puedo elegir de nuevo. Puedo mirar con la guía de Jesús, con la visión del Espíritu Santo, en vez de con los ojos del ego.
Pequeñas señales: cómo saber que la lección está filtrándose en lo más profundo
El Curso es generoso, a la vez que implacable. No te juzga por no captar todo de una vez. Las señales reales de transformación suelen ser sutiles, a veces desconcertantes. Observa si algo de esto ocurre:
• Episodios de luz (no literales): Cuando Jesús habla de “ver pequeños bordes de luz” no es para que busques fenómenos visuales extraños. La “luz” es esa claridad interior, ese instante en que ves que lo que considerabas real no está ahí en absoluto. Entiendes que el objeto, la situación, solo son proyecciones de tus pequeños pensamientos de separación.
• Miedo al vacío: ¿Sientes una punzada de terror ante la idea de que “no existes” como esa autonomía que defiendes? Es buena señal. Es el ego defendiéndose. Si te atreves a quedarte ahí sin huir –aunque por segundos– estás “abriendo los ojos”.
• Disminución de la reactividad: Lo externo empieza a perder poder sobre ti. Un comentario doloroso, un error, una noticia… todo se presenta para ser mirado como lo que es: una imagen fabricada, no una sentencia.
• Cambio de interpretación Sucesos que antes llamabas “ataques” o “problemas” se convierten en oportunidades para practicar el perdón. Deja de haber enemigos, y crecen los espacios vacíos donde la paz puede entrar.
• Ganas de elegir de nuevo La motivación para el cambio ya no surge del miedo, sino de la curiosidad de mirar las imágenes sin defenderlas. Poco a poco, dejas de sufrir por no poder cambiar el mundo, y comienzas a aceptar que solo has de cambiar tu mente.
Sí, el miedo que provoca este proceso es real para el ego. Pero no le temas: señala el camino de salida.
Los obstáculos inevitables: cómo atravesar las resistencias sin convertirte en tu enemiga, en tu enemigo
Nadie atraviesa este umbral sin tropezar. El ego emplea defensas sutiles, a veces brutales, para mantenerte identificado con la pequeña historia individual. Pero puedes aprender a navegar tu resistencia con compasión.
• Negación y resistencia. La idea de que “tú no existes” como ser separado es tan amenazante que la mente se defiende incluso de entenderla. Jesús lo advierte: “Esta idea […] no tendrá mucho significado para ti al principio.”
No luches contra tu incomprensión. Permítete el espacio para sentir la incomodidad, y si la práctica genera ansiedad, rebaja el ritmo, el tiempo o la intensidad. Sé amable contigo.
• Interpretación literal de las luces Si te obsesionas por ver “bordes de luz” físicos y no los ves, sentirás culpa. Si crees verlos, te sentirás especial. Olvídate del aspecto visual. Busca la comprensión interna, el “ver”, no el “mirar”.
• Deseo de mejorar lo externo Usar el Curso como método de autosuperación mundana es otra trampa: querer que mejore tu salud, tus relaciones, tu economía. Recuerda que su único propósito es cambiar tu mente sobre el mundo, no cambiar el mundo mismo.
• Especialismo La tentación de considerarte “especial” por tus avances o dificultades. La lección te invita a ver la “igualdad inherente de todas las ilusiones”. Ninguna imagen es más real que otra. Eso desmonta el orgullo y el victimismo de raíz.
Déjate en paz. Da igual en qué punto estés. Seguir aplicando la lección incluso con torpeza ya es abrir espacio para el milagro.
De estudiante a maestro: el cambio de rol nace del deshacer de la mentira
La verdadera consecuencia de practicar la Lección 15 es que, poco a poco, te conviertes en lo que el Curso llama un “maestro de Dios”.
Enseñar es aprender
Cada vez que encarnas la lección, que la vives en tus conflictos, aprendes algo que no puede enseñarse con palabras. Tu vivencia parte del deshacer las ilusiones, y eso–sin pretenderlo–se extiende a quienes te rodean.
Corrección de la percepción
El cielo no es el objetivo inmediato. El Curso busca que corrijas tu percepción, que dejes de ver desde el ego y aprendas a mirar con la “visión de Cristo”: ver la unidad, el perdón, la paz, allí donde antes solo veías ataque o diferencia.
Extensión del amor
Liberado de las imágenes de separación, empiezas a proyectar amor en lugar de miedo. Observas lo noble y lo bello en todas las personas; sin jerarquías ni exclusión. Así, te conviertes en mensajera, en mensajero del amor que eres, ayudando a otros a descubrir quiénes son en verdad.
Guía interior
Como maestra, como maestro, dejas de querer enseñar respuestas. Guiar se convierte en mirar juntos dentro, en acompañar en el desaprendizaje de las causas del sufrimiento. No importa lo que cambie “fuera”; solo lo que se suelta “dentro”.
Cierra los ojos para mirar: vivir sin defensa, vivir sin velo
Todas tus heridas, todos tus anhelos, nacieron en la defensa de una imagen fabricada por ti. No se te pide que te ignores, que niegues tus emociones, que renuncies a tu identidad cotidiana. Se te pide que, por tan solo un instante, reconozcas que nada de eso es tan real como creías.
Un día, la práctica será torpe, el miedo intenso, la comprensión nula. Otro día, algo se relaja, notas que el peso de la lucha afloja y la paz se cuela sin permiso.
Da igual cuál sea tu historia. Lo importante es que veas la grieta: “Mis pensamientos son imágenes que yo misma he fabricado.”
Repítelo. Grita si lo necesitas. Ríe de tu ego cuando te acuse de no hacer suficiente. Cada instante de honestidad es una rendija por la que la luz se cuela y la visión se abre.
Y entonces, no necesitas cambiar nada. Solo quedarte en la presencia, dejar de resistirte, acoger el amor cuando llegue.
Así, con cada sesión de práctica, con cada mirada honesta dentro, preparas el terreno para la siguiente lección. La próxima será otro giro, otro tambaleo, otra llamada a soltar lo familiar y entrar en lo desconocido. Pero ya tienes la llave. Sólo tú puedes abrir la puerta. Y la puerta no da a ningún lugar salvo a tu propia paz.
Atrévete a soltar todas las imágenes que sostienen tu malestar. No necesitas entender el proceso, solo sumarte al viaje.
¿Preparada, preparado para mirar sin miedo el origen verdadero de tu mundo? Continúa. Sigue practicando. Cada minuto de honestidad abre espacio para el milagro.
Continúa profundizando en la lección 15 de Un Curso de Milagros
Para seguir profundizando en el estudio de la lección 15, puedes consultar los malentendidos frecuentes y leer las preguntas clave que ayudan a aclarar dudas y a mirar la lección desde otra perspectiva. Estos recursos complementan el estudio y ayudan a comprender los matices que a veces se pasan por alto.
Test de autoindagación
INSTRUCCIONES
Este test está diseñado como una herramienta de autoindagación radical. No se trata de aprobar ni reprobar, ni de demostrar conocimiento, sino de reconocerte honestamente y ver dónde tu práctica puede profundizarse.
El test contiene 20 preguntas, cada una con tres posibles respuestas: A, B o C.
Elige la opción que más se aproxime a lo que de verdad sientes o piensas, no la que “deberías” escoger. Aquí no hay respuestas correctas o incorrectas; lo único importante es la sinceridad de tu mirada.
Al final, dispondrás de una interpretación profunda sobre tu disposición a dejar de proyectar, abandonar el control y recordar la paz. Tómalo como espacio de contemplación y práctica. No es un examen, es un espejo.
PREGUNTAS (Indica A, B o C en cada una)

