Lección 8 UCDM · Estudio guiado y test de autoindagación

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Pregúntate. ¿Cuántos recuerdos caben en una sola mañana? Desde el momento en que abres los ojos, tu mente despliega sin previo aviso los archivos—miedos, imágenes, “cosas pendientes”—, recortes de lo que fue o creíste que fue. Da igual tu voluntad. Los recuerdos ya están interpretando por ti, te guste o no.

Al llegar a la Lección 8 del Libro de Ejercicios de Un Curso de Milagros —“Mi mente está absorbida con pensamientos del pasado”— es imposible no sentir cierto vértigo.

Es como si el Curso te dijera: “No te engañes. No ves el presente. No puedes.” Tu mundo (ese enredo de relaciones, luchas, anhelos y frustraciones) no es ‘el’ mundo, sino la suma de tus pasados reproducidos y actualizados en bucle. Da igual que ahora estés en una ciudad nueva, con gente diferente—la vieja película sigue proyectándose sobre cada cosa.

Sientes que escuchas a tu pareja, pero hueles las sombras de tu madre. Juras que discutes este asunto, pero en realidad te devanas por las palabras que nunca te dijo tu padre. Ejercicios, terapias, promesas. Todo tratando de modificar el guion… sin ver que lo que vives, ni siquiera es presente, sino recuerdo.

¿Para qué sirve saberlo si el dolor no se va? Hay quien preferiría no mirar, porque admitirlo es terrible: toda tu vida está ocupada por un pasado que no existe y que defiendes como si te fuera la vida. Justo aquí empieza la semilla del milagro: sólo lo irreal puede abandonarse.

El significado radical: no solo analizas desde el pasado, sino que no ves otra cosa

No se trata de una metáfora. No es un consejo para que no seas rencorosa o rencoroso. La afirmación es literal: solo ves el pasado. Ese instante de enfado con una amiga, el miedo a dar tu opinión en el trabajo, la nostalgia de lo perdido, el temor de que “vuelva a pasar”… No estás respondiendo a lo que ocurre. Estás viendo el eco de ideas arcaicas, de juicios ya usados. El pasado se reinterpreta una y otra vez y tú, creyendo ser libre, vas repitiendo tu papel de siempre.

Si la mente solo piensa el pasado, no puede pensar el presente. No puede crear. No puede recibir lo nuevo. Se defiende con las armas del yo de ayer, incapaz de ver el instante. Lo real (Dios, el Amor, la libertad) jamás está en el pasado filtrado. El milagro sólo ocurre donde el pasado se abandona.

Así fabrica el ego tu prisión: La máquina de la culpa, el especialismo y el tiempo

Te preguntas: “¿Pero entonces, soy solo eso? ¿Una suma de traumas y nostalgias?”
Respóndete con valentía. El ego, ese sistema de pensamiento que te vendió la separación y la comparación, solo puede sobrevivir en el tiempo. El pasado es su munición.

Vive del pecado (¡pecaste contra Dios, dice la voz interior, por eso ahora sufres!), te ancla en la culpa (“algo hice mal entonces, y me castigo ahora”), y te empuja a temer el castigo futuro (“esto va a salir fatal, el sufrimiento es seguro”).

  • Pecado: lo que se hizo mal, lo que está pendiente.
  • Culpa: la sensación pegajosa de insuficiencia y juicio.
  • Miedo: la proyección inevitable, siempre al acecho.

Aunque no lo confieses, no vives mirando a tu alrededor. Vives atrapada, atrapado entre esas tres patas; ves el mundo a través del filtro deformado del pasado, jamás del presente real. Y si quieres honestidad: la guerra con Dios (y contigo misma, contigo mismo) se actualiza cada día, porque te empeñas en que tu pasado te define y el miedo no se puede soltar.

¿Qué ocurre si te entregas a la verdad de la lección?

Surge terror, sí. Pero también posibilidad real. ¿Podrías ser alguien más allá de la memoria? ¿Serías capaz de mirar una situación de pareja, trabajo, salud, sin proyectar el automatismo de las heridas abiertas en la infancia? Aquí empiezas a comprender lo que duele y lo que libera:

  • El pasado no está aquí. Sólo existe en tu mente, como eco o pesadilla.
  • Tus juicios, siempre, tienen bases fantasmas. Juras saber por qué ocurre lo que ocurre, pero sólo comparas con lo viejo.
  • Si reconoces esta trampa, empiezas a abrir espacio. No se trata de cambiarte por la fuerza; sólo de ver que la ‘realidad’ que tanto defiendes, nunca fue presente.

Esta aceptación (que suele traer angustia al principio) es también una puerta: solo puedes perdonar lo irreal. Solo puedes soltar lo que nunca fue tuyo.

La práctica que desmantela tus falsas certezas: ¿Cómo aplicar la Lección 8?

No requiere esoterismo, ni fórmulas. Sólo parar, solo mirar, solo dejar de reprimir lo que ocurre en la mente. Lo esencial:

  1. Cierra los ojos. Dedica un minuto, varias veces al día, a observar sin modificar. Pregúntate: “¿Estoy pensando realmente algo nuevo o solo una vieja canción?”
  2. No juzgues la repetición. Da igual si ves temor, si tienes rabia o pena: no busques analizar ni solucionar, sólo reconócelo como pasado reciclado.
  3. Usa la frase tal y como está. “Parece que estoy pensando en (X), pero mi mente está absorbida con pensamientos del pasado.”
  4. No excluyas ninguna emoción. Si emergen odio, deseos, tristeza, inclúyelos como expresión del pasado. Así el Ego no puede ocultar nada bajo la alfombra.
  5. No te obligues a cambiar nada. Sentir resistencia es parte del deshacimiento.

Hazlo con cualquier cosa:

  • “Parece que estoy pensando en la enfermedad de mi cuerpo… pero mi mente está absorbida con pensamientos del pasado.”
  • “Parece que estoy pensando en lo que hará esa persona, pero mi mente está absorbida con pensamientos del pasado.”

No subestimes el efecto: cada vez que nombras así tu interpretación, poco a poco, la grieta en tu narrativa se ensancha. El presente empieza a colarse por las fisuras.

¿Por dónde empieza a transformarse la mente con esta práctica?

Cambias de raíz. Sientes vértigo y alivio a la vez. Observa:

  • Desapego de la historia: El relato deja de tener el mismo poder. Ves menos “siempre me pasa” y más “quizá hay algo nuevo aquí”.
  • Dismunición del juicio: No te crees tanto tus pensamientos. Despiertas la posibilidad de que, tal vez, los demás también son ecos de sus historias pasadas. El perdón aparece, primero de puntillas.
  • Ligereza emocional: La compulsión baja un grado. No tienes que controlar cada pensamiento, sólo permitirte verlo brotar y disolverse.
  • Presencia renovada: Se cuela el instante santo. A ratos, muy breve, ves las cosas “como por primera vez”. Eso es lo real, aunque dure segundos; es más auténtico que semanas de miedo.

Cómo saber si de verdad se está haciendo un hueco la práctica

No hay fuegos artificiales. No necesitas “sentir paz ininterrumpida”. Se nota en pequeños detalles:

  • Sientes menos impulso de defender tu punto de vista repetitivo.
  • Baja el volumen de la crítica interna tras cada error.
  • Ante una situación desafiante, a veces asoma por dentro una pregunta: “¿Esto será pasado, o puedo verlo de nuevo?”
  • Las reacciones inmediatas pierden fuerza, incluso si luego vuelves a caer.

La paz no es una conquista, sino un permiso para dejar de cargar con todas tus versiones anteriores.

Obstáculos inevitables: el ego se revuelve

Tienes que aceptar que, llevando años practicando el pasado, tu mente se resistirá. Obstáculos habituales:

  • Resistencia mental: Mil trucos. Pensamientos que se cuelan disfrazados de preocupación “constructiva”. Acepta la distracción —no luches.
  • Incomodidad emocional: Vacío, incertidumbre, a veces enfado con el propio Curso. Usual. Ninguna estructura se deja deshacer sin protestar.
  • Falta de constancia: Dos días miras, tres días olvidas. Te condenas. Abraza ese ciclo: cada intento cuenta más que cualquier victoria espectatular.

La trampa es usar la lección para autojuzgarte: “sigo igual, no avanzo”. No. Observa el fallo y permítele espacio, ahí se cuela la verdad.

Lo que el mundo no puede darte: el presente real y la función del milagro

Cuando empiezas a soltar la identidad atada al pasado, ni la pareja, ni la familia, ni el cuerpo pueden dictar tu valor, tu miedo, tu sentido de vida. Esto es aterrador y liberador a la vez.

  • Descubres que la paz es un regalo del instante, no de una biografía “superada”.
  • Al dejar de proyectar tu vieja película, los demás dejan de encarnar a tus fantasmas.
  • El perdón auténtico brota como reconocimiento de que nunca nadie pudo herirte verdaderamente… salvo tu adhesión ciega al recuerdo.
  • No enseñas desde la palabra, sino desde la actitud. Tu tranquilidad, aunque no sepas explicarla, es testimonio silencioso.

Y sobre todo, empieza a caerse el miedo a estar vacío: “¿Quién seré si no soy mi historia?”. Por fin eres. Sin la carga de lo que no eres.

Para la mujer, para el hombre que intuyen que la salida es mirar su miedo, no su historia

No necesitas forzar nada. Solo una rendija de honestidad. Quizá hoy no puedas decirte sin temblar:

“Nada de lo que pienso es nuevo. Todo es pasado.”

Pero si te lo permites, aunque sea un segundo, ahí comienza el milagro:

  • Da igual cuánto te alejes, siempre puedes retornar al reconocimiento sencillo: [“Mi mente está absorbida con pensamientos del pasado.”]
  • No tienes que resolver tu historia, sólo dejar de adorarlas todas.
  • Cada vez que te das cuenta, la cárcel es un poco menos cerrada; no es poco.

No corras. Deja que la siguiente lección te encuentre donde estás

No lo hagas perfecto. Es imposible. El Curso no quiere que niegues tu humanidad ni que te conviertas de la noche a la mañana en una persona sin pasado. Quiere que mires lo que hay sin tapujos.

Cierra los ojos. Sé amable contigo. La próxima lección no va sobre olvidar el pasado, sino sobre dejar de identificarte con él. No renuncies al milagro de mirar de verdad, aunque solo sea una vez hoy.

El principio del fin del sufrimiento empieza por reconocer: “Nunca he visto nada de verdad. Siempre es pasado.

Continúa profundizando en la lección 8 de Un Curso de Milagros

Para seguir profundizando en el estudio de la lección 8, puedes consultar los malentendidos frecuentes y leer las preguntas clave que ayudan a aclarar dudas y a mirar la lección desde otra perspectiva. Estos recursos complementan el estudio y ayudan a comprender los matices que a veces se pasan por alto.

Test de autoindagación

INSTRUCCIONES

Este test está diseñado como un espejo claro para la mente que desea despertar. No busques consuelo ni justificación, sino verdad. No es un examen para aprobar, sino una oportunidad para mirar honestamente: ¿en qué medida permites aún que tu pasado dicte tu experiencia, tu paz, tu interpretación de ti misma, de ti mismo y del mundo?

Eres invitada, invitado, a responder cada pregunta eligiendo A, B o C —no aquello que “deberías” sentir sino lo que sinceramente reconoces en tu experiencia. Aquí sólo cuenta tu honestidad: ese es el umbral del milagro y la corrección. No es necesario que te juzgues por tus respuestas. Si hay sombra, sólo pide luz.

Al final, contempla con mansedumbre lo que veas, sin forzar avance ni rechazar tu proceso. Cada descubrimiento es útil para tu práctica y tu entrega a una percepción nueva.

PREGUNTAS (Marca A, B o C en cada una)

1. Cuando repito “Mi mente está absorbida con pensamientos del pasado”, la sensación que predomina es:



2. En una discusión presente, noto que mis reacciones:



3. Cuando mi mente revive momentos dolorosos, mi actitud más frecuente es:



4. Al practicar esta lección, ¿advierto automatismos al juzgar (a otras personas o a mí)?



5. ¿Reconozco que mi miedo actual proviene de antiguos pensamientos y asociaciones, no del ahora real?



6. Cuando la culpa aparece, ¿puedo atribuirla a recuerdos que insisten en repetirse?



7. Cuando una emoción intensa surge, ¿cómo procedo?



8. ¿Puedes ver que tus percepciones sobre el cuerpo, la salud o el dinero forman parte de hábitos mentales viejos?



9. ¿Reconoces momentos en los que tu mente está “en blanco” al pensar en el pasado, como un vacío sin contenido real?



10. ¿Aplicas la lección solo a tus recuerdos dolorosos, o también a los agradables?



11. Frente al impulso de controlar el presente por miedo basado en el pasado, ¿cómo reacciono?



12. ¿Puedes aceptar que la persona que crees ser es la suma de creencias y recuerdos antiguos?



13. ¿Cuando la práctica se vuelve difícil o te da miedo, cuál es tu reacción espontánea?



14. ¿Qué ocurre cuando intentas ver a las personas que te rodean sin el filtro del pasado?



15. ¿Te descubres recordando historias para justificar tus emociones actuales?



16. ¿Experimentas alivio o miedo ante la idea de soltar los recuerdos que te definen?



17. ¿Puedes pasar momentos de tu día con atención al presente, sin saltar de recuerdo en recuerdo?



18. Cuando el ego trae imágenes antiguas con intensidad, ¿puedes elegir mirarlas sin creerlas?



19. ¿Integras los ejercicios de la lección en tu día, aunque sea fugazmente?



20. ¿Estás abierta, abierto de corazón a que la lección deshaga tus certezas sobre ti y el mundo?



¿Eres maestro, facilitador o terapeuta? ¡Haz que tu mensaje llegue más lejos!

Mi nombre es David Pascual, y soy la persona que está detrás de UCDM GUIDE.

Aquí comparto lo que aprendo sobre Un Curso de Milagros, con el fin de apoyar a estudiantes en su práctica. También ayudo a facilitadores y maestros a mejorar su comunicación digital y personal.

Cada semana comparto reflexiones y recursos por email (apúntate en el pop-up). Si eres facilitador o maestro también puedes hacerlo en mentoring.ucdm.guide.

Si quieres, escríbeme; estaré encantado de ayudarte en lo que necesites.

Mi deseo es que lo que encuentres aquí te acompañe en tu camino a reencontrarte contigo mismo.

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