Artículo inspirado en las enseñanzas de la Lección 1 del Libro de Ejercicios de UCDM.
El truco del ego: hacerte creer que algunas cosas son más importantes
Ana llevaba días sintiéndose atrapada en un torbellino de emociones. Nada en su vida parecía estar en su sitio: su trabajo, su relación, incluso las tareas más básicas, como preparar un té, parecían pesarle.
Una tarde, mientras la tetera hervía en silencio, sintió la urgencia de intentar concentrarse en las primeras lecciones de Un Curso de Milagros. Leyó las palabras “Nada de lo que veo tiene significado” con esa mezcla de escepticismo y curiosidad que tienes cuando algo te reta profundamente. Miró a su alrededor: la lámpara del salón, el bolígrafo en la mesa, la propia tetera que ahora se burlaba de ella en su mente.
Y, entonces, lo entendió: si todo carecía de significado real, ¿por qué estaba tan aferrada a comparar, priorizar o etiquetar su vida? La tetera no era ni su enemiga ni un símbolo de su frustración; era algo más simple, algo neutro.
Ana se dio cuenta de que gran parte de su sufrimiento provenía de la forma en que su mente daba a algunas cosas más peso que a otras. Pero esa tarde algo cambió. ¿Y tú? ¿Qué “teteras” en tu vida estás usando para mantenerte atrapado/a en las jerarquías del ego?
“No hay diferencias”: una idea que reta al ego
Todos crecemos con la creencia de que hay cosas más importantes que otras. Creemos que algunos objetos, relaciones o logros tienen más valor porque el ego nos enseña a categorizar y comparar todo.
Un Curso de Milagros lo deja claro desde el primer día: “Nada de lo que veo tiene significado”. Esta simple frase desmorona la base del sistema de pensamiento del ego, porque su arquitectura está construida sobre la separación y las diferencias.
¿Quién dicta qué es “más” o “menos” importante?
El ego lo hace. Pero aquí viene el truco: no realices esa jerarquía por ti misma/o. Piensa, por ejemplo, en cómo miramos nuestra propia mano y le asignamos un significado completamente distinto al de un libro que hay sobre la mesa. Ambas cosas parecen diferentes, pero esa distinción es absoluta ilusión. El ego necesita que lo creamos porque solo así puede perpetuar la idea de separación.
El ego: maestro de las jerarquías ilusorias
El ego funciona de una sola manera: dividiéndolo todo para mantenernos en su juego. Establece lo que Un Curso de Milagros llama una “jerarquía de ilusiones”, llevándonos a creer que ciertas cosas o situaciones tienen más peso que otras. Por ejemplo:
- Creemos que un ascenso en el trabajo define nuestra valía más que el acto de compartir el desayuno con alguien.
- Nos convencemos de que el éxito de alguien más nos amenaza de alguna manera.
- Concedemos más “importancia” a un coche nuevo que a la simple tranquilidad de un paseo por el parque.
Pero, ¿qué pasaría si dejáramos de aceptar esta narrativa?
Recuerda lo que dice Jesús:
“La primera ley del caos es que hay una jerarquía de ilusiones.”
Si entiendes esto, empiezas a desenmascarar al ego y a disolver la diferencia artificial que impone entre las cosas del mundo.
Unidad: la realidad que el ego oculta
Ahora, aquí llega la otra parte de la ecuación. Cuando dejamos de ver diferencias entre las cosas del mundo, algo increíble comienza a emerger: la percepción de unidad.
Lo que Jesús nos muestra en Un Curso de Milagros es que hay una única realidad espiritual, una Mente divina sin divisiones, sin jerarquías, sin separación. Todo lo que el mundo nos presenta como diferente no es más que un reflejo ilusorio.
El Espíritu Santo, nuestra verdadera guía, nos enseña a ver el mundo a través de Sus ojos. ¿Cómo? Recordándonos que el amor es indivisible y que no importa si estamos mirando una montaña o un grano de arena, ambos son parte del mismo todo.
“Cuando identificamos con el Espíritu Santo, vemos el mundo a través de Sus ojos, que perciben la unidad y la igualdad en todas las cosas.”
¿Cómo aplicar esto a tu vida diaria?
El principio de “no hay diferencias” tiene un poder transformador si realmente lo ponemos en práctica. No es solo una idea teórica; tiene aplicaciones muy palpables:
Deja de jugar al juego de las comparaciones
La próxima vez que te sorprendas pensando que alguien es más exitoso, más atractivo o más querida que tú, páralo ahí. Recuerda: esa narrativa es una ilusión del ego. Todos somos parte de la misma unidad, y esas comparaciones no tienen base real.
Soltar el especialismo del ego
El mundo está lleno de pretensiones de “especialidad”: esa relación especial, ese logro especial, ese objeto especial. ¿Qué pasaría si soltaras esa necesidad de tener más, ser más o hacer más? Te sentirías libre.
Recuerda que nada tiene significado… excepto el que tú le das
El curso lo dice simple y claro: el mundo no tiene un significado inherente. Cada significado que le atribuyes nace de tus pensamientos y proyecciones. La práctica de recordarlo irá suavizando tus juicios y apegos.
Cultiva una perspectiva igualitaria
Mira los objetos a tu alrededor e intenta imaginar que ninguno tiene más valor que otro. Lo mismo con las relaciones: todos estamos conectados, y lo que compartimos es mucho mayor que lo que nos diferencia.
Práctica diaria
Cada mañana o noche, repite la frase: “Hoy elijo ver más allá de las diferencias. Hoy elijo la unidad.” Puedes acompañarlo con momentos de mirar a tu entorno y elegir conscientemente no ver diferencias.
Reflexiona
- ¿Qué objetos, relaciones o logros has colocado en un pedestal en tu vida?
- ¿Qué te dice eso sobre tus creencias inconscientes acerca de tu propia valía?
- ¿Cómo te hace sentir la idea de que no existen diferencias reales?
Tu siguiente paso: aceptación y paz
El ego necesita diferencias y juicios para vivir, pero tú no. Tú puedes elegir la unidad y la igualdad. Deja de aferrarte a las jerarquías ilusorias y experimenta cómo tu mundo interno empieza a volverse más simple, más ligero.
Hoy tienes la oportunidad de mirar el mundo de una manera completamente nueva. ¿Vas a aceptarla?